“Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron”
Marcos 16:6 RVR1960
Había pasado el día de reposo y, a primeras horas de la mañana, María Magdalena, María madre de Jacobo y Salomé, madre de los hijos de Zebedeo, iban al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús con especias aromáticas que habían comprado. Su mayor preocupación era quién les movería la gran piedra que cerraba la entrada, sin saber que el día anterior habían puesto un sello, y que había una guardia romana. Al llegar al lugar, vieron la piedra removida, y se asustaron al ver un joven desconocido que vestía una larga ropa blanca. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron.
Un día como hoy sucedió uno de los eventos más importantes y que sirven de base fundamental al cristianismo: la resurrección de Jesús. Sin resurrección, esta sería una religión más entre muchas otras. Pero la mayor diferencia está dada precisamente porque creemos en un Salvador que vive eternamente, que es primicias de los que resucitarán, y que ha prometido preparar lugar para nosotros. Los discípulos y seguidores de Jesús, aún las mujeres, que temprano se dispusieron a perfumar el cuerpo, no esperaban esto. Ellos habían visto los milagros y señales del Mesías, que había hasta resucitado a otros, pero pensaron que con Su muerte todo había terminado, no creían que esto pudiese suceder.
En la actualidad, aún las personas en las iglesias creen en las cosas parcialmente. Pueden haber visto todo tipo de obras de Dios, y Su poder manifestarse, pero cuesta aceptar cosas que contradicen lo que la sociedad nos ha enseñado. Es tiempo de comenzar a creer. Debemos decir a las personas en tinieblas que Jesús es luz, que puede perdonar sus pecados y salvarlos, que resucitó, que es vida. Pero debemos creerlo también nosotros, creerlo profundamente, y no solo repetir lo que escuchamos sin interiorizarlo. Él resucitó, venció a la muerte y por Su victoria, nosotros podemos tener vida eterna. ¡El Señor te bendiga!
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