“Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?”
Juan 5:12 RVR1960
Todos los cristianos experimentan en su vida el poder de Dios en algún momento mientras caminan con Él, ya sea como un único acontecimiento producto a una ferviente oración contestada, o en múltiples ocasiones, por una fe inquebrantable. Y esa es la gran diferencia con respecto a otras religiones, el presenciar hechos milagrosos y sobrenaturales, que retan la ciencia y el conocimiento humano. Sin embargo, estos eventos suelen ser tratados de ocultar por los inconversos, y a nosotros los cristianos nos corresponde evitar que suceda y solo es posible si damos testimonio de ello.
En este pasaje de las Escrituras, se relata cómo Jesús sanó a un hombre paralítico que llevaba enfermo treinta y ocho años. Sin embargo, sus enemigos, en vez de admirarse por el hecho de que alguien que llevaba tantos años padeciendo fuese sanado, solo se detuvieron en el detalle de que había cargado el lecho, puesto que era día de reposo. Vemos que dice: Entonces le preguntaron: ¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda? Y aunque la sanidad en sí fue testimonio ante todos los que lo conocían por estar casi toda su vida allí a la espera de un milagro, él testificó acerca de su sanador, aunque sin saber quién era la persona. Pero los detractores trataron de buscar excusas para opacar el evento, y emplearon las acusaciones y trataron de encontrar defectos. En lugar de preguntar: ¿quién te sanó?, prefirieron escudarse en lo que les daría la oportunidad de acusar.
Siempre tendremos oposición, y cuando experimentemos el poder de Dios en nuestras vidas, sanando enfermedades, deshaciendo las trampas puestas contra nosotros, dándonos victoria frente a nuestros enemigos, respondiendo peticiones, vamos a encontrar personas que tratarán de ridiculizarnos, de hallar defectos y tratarán de minimizar y de hacernos pasar por mentirosos. No les demos la oportunidad. Demos testimonio de lo que Dios ha hecho y hará en nuestras vidas para edificación de los hermanos y para evidencia de los inconversos, hoy y siempre. ¡El Señor te bendiga!
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