Reto "Mundos Posibles": UN DIA NORMAL EN EL PEDO DE DIOS

in mundosposibles •  7 years ago 

Hoy les presentamos una nueva publicación de los relatos completos del reto "Mundos posibles". Estos relatos están desarrollados por 6 autores distintos. Desde un inicio común, los sucesivos escritores desarrollan una parte de la historia según sus deseos pero manteniendo una uniformidad en la narración para llegar a la composición final. Cada autor nombra dos retados para bifurcar la historia y llevarla desde el relato inicial a un total de 64 finales.

El relato que les ofrecemos hoy fue escrito en el siguiente orden por los autores; @valki, @adncabrera, @acostacazorla, @flamendialis, @spavan697 y @namra.

¡Espero que disfruten del resultado!



−¡Eres un imbécil Ydregaf! De todas las naves del universo, robas una sin energía acumulada y te das cuenta cuando la gravedad de un puto planeta de semidesarrollados nos atrapa. Sabes bien que si se detecta que hemos entrado en un planeta en formación de inteligencia, pasaremos el resto de la existencia en prisión.

−¡Cállate ya Mojiglif! ¡Ahora ya estamos aquí! Entraremos en la cara oscura, frenaremos con el colchón antigravitacional y quedaremos a unos veinte metros del suelo, no nos verán. El planeta tiene campo magnético para recargar energía, antes de que la luz de la estrella del sistema nos alcance, estaremos recargados para alejarnos de aquí sin que nos detecten. El único problema es que tendremos que bajar para poner un electrodo diferencial, e iniciar la carga. Las coordenadas de estacionamiento son: 42º 23’ 55.39” N; 2º 53’ 03.70” E.

Unos centenares de kilómetros más abajo, justo en las coordenadas 42º 23’ 55.39” N; 2º 53’ 03.70” E, Marlene dominaba la barra de aquel puticlub aún casi vacío. Ya tenía sus cincuenta y cinco años y estaba cansada de la noche. Siempre sola, siempre expuesta a borrachos y a mentes enfermizas. Quería vender el negocio y largarse, dejar de ver, bajo la barra, su escopeta de dos cañones recortados con cartuchos de posta. Su única protección. Escuchó la risa estridente de La Rusa ¡Menuda rusa! Un metro y medio, morena y con ojos estrábicos. Se estaba intentando llevar al catre al delgado, sonriente y de cabeza lustrosa, padre Damian.

El padre decía que en el alcohol estaba el diablo, pero pasaba casi todas las noches cabalgando con alguna muchacha en forma endiablada. «“¡Un maldito tacaño es lo que es!”», pensó Marlene. Faltaba por llegar Maribel. La imponente española de metro setenta y ocho, más tacones del doce; pechos firmes y generosos; melena negra de pantera, una mujer de armas tomar. Y nunca mejor dicho, pues el arma que tenía entre sus piernas sobrepasaba los veintidós centímetros. Ella era la preferida del cura. Marlene nunca había averiguado quién de los dos era la montura y quien el jinete.

En la mesa más apartada estaba el desconocido que fue el primero en entrar esa noche. Pidió un Bourbon doble, pagó con propina y se sentó a pensar en sus cosas. Era bien guapo, cosa que hacía muy sospechosa su estancia allí. Yubeilis, la caribeña entrada en carnes, le había mostrado sus grandes cántaros y le había echado mano al paquete, pero éste educadamente le dijo que quizás más tarde. Ahora la morenita se encontraba en el baño de señoras depilándose los labios inferiores.

Rambo, un mastín del pirineo de cincuenta y cuatro kilos, estaba nervioso en su encierro del almacén. Era extraño, él siempre dormía, pero esa noche sentía algo que los humanos no podían detectar.

Roman Pavlov Belcebú, comandante en jefe de las tropas libres de Lucifer, estaba rodeado por los carniceros del 33 batallón de arcángeles, cuando realizó la única maniobra que podía salvarle la vida: saltar a un universo paralelo. Su poder demoniaco, le permitiría moverse sin temor en el nuevo universo, pero si los arcángeles descubrían su treta y lo seguían, estaría perdido. Tenía que pasar desapercibido. Ahora, en el sucio baño de hombres de un lupanar, pensaba rápido sobre cuál debería ser su siguiente movimiento.

Tito y Nalita eran dos jóvenes de la alta sociedad. Se conocían desde niños ya que sus padres habían hecho amistad a causa de compartir el mismo gremio, la hostelería. A los trece años ya eran novios. Eran buenos estudiantes, practicaban deportes y se mantenían lejos del vicio. Eran unos chicos sanos, pero ahora, a sus veintiún años, querían conocer el placer de la carne. Su problema era que no podían ir a ningún hotel, pues serían identificados al momento. A Nalita se le ocurrió la idea. Un local apartado para ir de noche sin levantar sospechas. Aparcaron un poco retirados de la puerta para que las grandes letras de neón que anunciaban el “Club whiskería” no iluminaran su estancia furtiva en el local. Bajaron del coche y solo la idea de que Nalita quisiera hacer un trio con una profesional, le provocó tal dolor de testículos a Tito, que entró en aquel paraíso de lujuria, andando como un cowboy.

Allí, al pie de la barra, se encontraban Fred y Tomás. Equipados con su material de alpinismo, debían llegar a lo alto de la barra para desde allí lanzarse y activar el implosionador gravitacional que daría una lección a sus enemigos: los humanos. Desde que éstos iniciaron la guerra química contra los tardígrados, Fred había perdido a unos 2 300 000 hermanos, y otros 8 000 000 entre primos, tíos y sobrinos. Las pérdidas de Tomás eran mucho mayores.

Si tanto amaban los humanos la desinfección, ellos les traían el remedio definitivo. Aún no sabían hasta donde llevaría la implosión. Unos decían que la onda implosiva destruiría todo en un radio de cincuenta kilómetros, pero otros científicos opinaban que se podía llegar a crear un agujero negro. A Fred y Tomás ya no le importaban las consecuencias, tenían que llegar a la cima de la barra en menos de ocho horas para evitar que la rutina de limpieza del local acabara con ellos.

Roman Pavlov Belcebú, RP, como era conocido entre las fuerzas arcángeles, se materializó en el cuarto de baño de un bar. El hedor a orines avivaba el mareo provocado por la violencia del último salto. Tenía un rango limitado, y lo sabía. Acorralado como estaba, tenía pocas opciones y la peor era la de entrar en un periplo de saltos continuos, como quien juega al gato y el ratón en el multiverso, hasta que sus fuerzas se agotaran y cayera rendido.

Los arcángeles, por su parte, no carecían de debilidades. La peor, tal vez, sus ínfulas de superioridad. Consideraban a todos los especímenes de su raza elementales; y lo eran, pero eso no los hacía subdotados, sino capaces de percibir en un nivel intuitivo y sensorial insospechado. Ardían en pasiones voraces e instantáneas, cuando se airaban eran violentos y de juicio volátil, pero también tenían buen olfato para la carne. Y los arcángeles eran seres perfumados que olían poco a carne: en su situación actual, Belcebú solo tenía que notar el hueco entre el tufo humano y huir, de momento; o atacar, si estaba en ventaja. Afortunadamente, la presencia de un arcángel se notaría de inmediato, pues el local estaba repleto de hedores que habían intentado sofocar con desinfectantes. El baño de al lado, por ejemplo, estaba inundado de emanaciones de cloro y carne joven, regordeta y sexualmente activa. Deliciosa para un bocado.

Mientras levantaba el morro por encima de las posibles distracciones, creyó detectar una débil emanación balsámica; algo lejano, como el recuerdo de una frotación leve que ha dejado su estela. Un arcángel había estado allí hacía mucho y su olor (su falta de olor carnal) perduraba como una sombra sensorial que RP notaba.

Muy alerta, decidió abandonar su escondrijo y revisar su posición:

Detrás de la barra, una humana cincuentona (hastiada pero vigilante: la única que se había sobresaltado un poco al notarlo); sobre la barra otra mujer, menuda, oscura y joven, sobaba a un tipo de cabeza pelada, como bola de billar. Más allá, una pareja en sus veinte intentaba sin éxito ocultar su entusiasmo sexual, mientras observaban con la boca semiabierta a todos los presentes, incluyéndolo. Había también un perro que le ladraba fieramente detrás de una puerta cerrada. No le prestó mayor atención. Lo que le interesaba estaba en el rincón más alejado, entre las sombras.

RP, advirtió, al paso de su examen, que su olfato había quedado ligeramente desenfocado. Había allí un tipo de espaldas anchas y cabello oscuro envuelto en las sombras. Los contornos de su materialidad lo confundían: como si fuese una criatura hecha de las mismas sombras que lo circundaban. No era un arcángel; eso, seguro. Pero no llegaba a determinar su especie. Por otra parte, nada parecía interrumpir de momento la rutina normal de un local como aquel, de los cuales RP había visto cientos en sus viajes interdimensionales, y en su propio mundo. Todas las especies eran dadas a fornicar entre sí, hasta los remilgados arcángeles.

Estaba prevenido.

Sin embargo, cuando lograba enfocar a la criatura entre las sombras, no notaba aprensión en su postura, ni percibía el estrés característico de los espías y patrulleros de la brigadas de caza. Se sentó en la barra. El tipo de cabeza pelada resultó ser un cura que dio un respingo y escupió a sus pies. Se levantó evidentemente molesto por la cercanía de RP. En otras circunstancias, un tipejo como aquel ya habría adornado el piso con sus dientes, pero esta noche tenía suerte. Belcebú sabía que no debía llamar la atención. Pidió güisqui y se acomodó de espaldas a la barra, de manera que pudo contemplar mejor al sujeto entre las sombras. Su olor no era más preciso, pero pudo verle parcialmente el rostro: tenía facciones humanas, de rasgos regulares y podría parecer agradable a ojos de esa especie, a pesar de la cicatriz que le deformaba el mentón. RP lo supo: el tipo estaba allí para pasar por humano, pero no lograba precisar si mostraba algún interés en él.

Un par de tipos atravesaron la puerta del bar. Olían a prevención nerviosa. RP los descartó de inmediato: su actitud era de presa, no de cazadores. Estaban en plan de pasar desapercibidos; de mezclarse con la fauna local, pero se les notaba a la legua que acababan de pisar el polvo de este planeta. Los tipos se sentaron en la única mesa libre, muy próxima al habitante de las sombras. Su olor nervioso interfería con el examen de RP y este comenzó a exasperarse. Intentó calmarse y apegarse a su entrenamiento. No era un recluta joven al que pudieran traicionarlo los impulsos propios de su especie. Se concentró.

Por encima de la fetidez aprensiva de los recién llegados, un efluvio almizclado se escurrió entre las sombras. ¿Era una impresión equivocada? No creía. Apostaba las ofrendas de su panteón a que había visto un tentáculo amarillento y tímido deslizarse en la oquedad bajo la mesa. Como una criatura que busca desplazarse desde su cascarón y emprender la retirada. Con cuidado deslizó la púa emponzoñada que escondía bajo la manga, preparado para el ataque o la huida. Se sentía amenazado y confundido. ¿Era el único que veía aquello?

Un aroma marchito le llegó de un sitio indefinido a sus espaldas. Como el recuerdo de una frotación leve que ha dejado su estela. ¿Era el único que lo percibía?

Tal vez no: el cañón frío de una escopeta recortada se apoyó firme en su nuca.

RP afinó su olfato al máximo, el olor de Marlene le aseguraba que no dudaría en apretar el gatillo.

─En mi whiskería, no, Román Pavlov Belcebú, señor de las moscas─ dijo Marlene con una voz ronca y fuerte.

RP terminó de extender su ponzoña, la tenía preparada. Sabía que podía clavarla en su frente antes de que apretara el gatillo. Podría también saltar a otro universo paralelo y desaparecer en un instante, así el proyectil seguiría su camino y se estrellaría en la pared.

Ydregaf y Mojiglif contemplaban la escena en silencio, tratando de pasar desapercibidos.

El padre Damian se llevó un crucifijo de oro a las manos y comenzó a rezar, Maribel lo miró con desprecio, caminó como una modelo en una pasarela, como si estuviera acostumbrada a esas situaciones de vida o muerte. Tomó una silla, la puso alrevés de un solo tirón, encendió un cigarrillo y se sentó a observar.

Fred y Tomás continuaban su lenta marcha hacia su objetivo mortal, se les importaba muy poco si Marlene apretaba el gatillo o no, si RP desaparecía en otro universo o lograba clavarle la ponzoña.

─Esto se pone buenísimo─ dijo Fred a Tomás con una voz aguda y ridícula.

Tomás respondió sin detenerse con una carcajada casi electrónica:

─ jijijijijijijiji─ Que lo mate, que lo mate, que lo mate...

Fred se quitó el casco, se lo pegó por la cabeza a Tomás y dijo:

─Cállate, pendejo, nuestro negocio es otro.

Fred le respondió:

─Era jugando, oso amargado.

En todo caso, a los tardígrados les gustaría que se formara un gran desorden en la whisquería, que las moscas de los universos paralelos se hicieran presentes, que los muchachos libidinosos se murieran de susto y comenzaran a dar gritos, que la Caribeña erótica le diera por masturbarse de puro pánico.

Todo eso sería bueno para ellos, así tendrían tiempo para activar el implosionador gravitacional y vengarse de esos estúpidos humanos.

Desde que salieron de su criptobiosis y fueron puestos en órbita en aquella nave espacial experimental, jamás habían estado tan cerca de su soñado objetivo.

Pero Marlene no estaba en frente de esa whisquería desde hace tanto tiempo por su cara bonita, ella sabía a quién se enfrentaba. Cerró uno de sus ojos, afinó la puntería y afincó la culata contra su hombro.

RP no lo pensó más, el cañón en su nuca ardía.

El aguijón de la ponzoña de Roman Pavlov Belcebú, señor de las moscas, Comandante en Jefe de las tropas libres de Lucifer, va camino a la frente de Marlene; la bala de la escopeta recortada de Marlene va camino a la frente de él.

Los aullidos de Rambo se comen la escena, las moscas de Lucifer se aproximan a toda prisa...

De pronto se sintió una fuerte sacudida, como si el mundo entero hubiese estado contenido en una lata y alguien la hubiese golpeado con un martillo, dejando el aire zumbando y a todos aturdidos. Si no hubiese sido porque todas la bombillas se reventaron simultáneamente, cualquiera de los presentes hubiese podido atribuir todo al efecto del disparo de escopeta en el ambiente enrarecido de aquel antro.

Se encendieron las lámparas de emergencia y la escena quedó pobremente iluminada por los focos de bajo vatiaje. En el centro del salón Roman Pavlov se retorcía y maldecía, casi la mitad de su cara había sido arrancada por el disparo, no lograba entender cómo pudo fallar un salto interdimensional por primera vez en sus seis mil años de servicio ¿acaso tenía que ver con aquel ser de naturaleza desconocida? Detrás de la barra, Marlene había quedado apoyada contra las repisas repletas de botellas en una extraña posición, el punzón envenenado que sobresalía de su frente recordaba de un modo muy grotesco a un unicornio.
—¡Activaste el implosionador antes de tiempo imbécil! —chilló Fred mientras atizaba a Tomas con el casco— ¡Lo echaste a perder!
—¡Ayyy! Cálmate ¡Ayyyy! Eso no fue el implosionador.
Mojiglif fue el primero en recuperarse y entender que aquel estruendo había venido de su nave, salió corriendo fuera del local seguido por Ydregaf. Si hubiesen sabido algo sobre los demonios y la física que gobierna los para-saltos, no habrían tardado en descifrar lo ocurrido. Cuando RP intentó escapar de aquella dimensión estando tan cerca del electrodo diferencial que ellos habían instalado, la enorme distorsión en el campo magnético fue absorbida de inmediato, sobrecargando las baterías hasta reventarlas, destruyendo por completo la nave y el taller mecánico que había junto al puticlub.
Adentro, el hombre misterioso se levantó de su mesa y caminó hasta donde se encontraba Maribel, quien se había caído de de la silla, se inclinó y la ayudó a ponerse de pie.
—Señorita —dijo levantando un poco la voz para hacerse oír entre los alaridos de RP—, otro bourbon por favor, doble.

Mojiglif salió al aire frío de la noche y, aún aturdido por la explosión, trató de ubicarse, recordar donde había estacionado la nave. Recordó el taller mecánico y avanzó torpemente hacia él. Ydegraf le da alcance. Nota que camina tambaleándose y se situa detrás de él; en espera de que colapse para sostenerlo antes de que toque el suelo. Luego recuerda: con lo tozudo y orgulloso que es su amigo no va a aceptar ningún tipo de ayuda. Entran en el taller mecánico y, ayudados por una linterna, evaluan la situación. Se escuchan quejidos y maldiciones.
-¿Quién crees que sea?- Pregunta Ydegraf, tratando de disimular su incomodidad.
Ambos siguen avanzando hasta llegar a la nave. Estaban expectantes por ver los posibles daños que esta pudiera tener. El olor a electrodos y baterías chamuscadas era penetrante y hacía que ambos arrugaran sus narices. El caos es enorme. Tal y como esperaban. Lo que no esperaban era ver a RP en el piso retorciéndose y golpeando el concreto para aminorar las punzadas de dolor. Ydegraf hace un gesto de espanto al ver la mitad de su cara semidestruida y ensangrentada. Al estudiarlo con más profundidad, Ydegraf supo qué clase de ser era y lo que probablemente estaba haciendo en aquel lugar.
-Ve por ayuda, Ydegraf -ordena Mojiglif.- Ve si tenemos artículos de primeros auxilios.
Ydegraf corrió fuera del taller. El aire helado, en contraste con el del ambiente cerrado del taller, fue terapéutico. Sentía que era libre de respirar a voluntad sin el riesgo de ahogarse. Vio las luces de emergencia que pobremente iluminaban el putibar. Camina a paso rápido hacia él y abre la puerta. Fred y Tomás siguen discutiendo por el origen de la explosión. El primero cree que el último encendió el implosionador antes de tiempo y este sigue sosteniedo que no tuvo nada que ver. En la barra, un hombre extraño está bebiendo una copa de bourbon en un estado de completa indiferencia. La mirada de Ydegraf se apoyó en Maribel.
-Disculpe, señorita ¿Tienen botiquín de primeros auxilios?
-Iré a ver.
Maribel desaparece detrás de la barra. El hombre misterioso acabó con el bourbon y se dirigió a Ydegraf.
-¿De qué fue la explosión?
Ydegraf lo mira fijamente. No sabe si guardarse lo que vio o dar parte a los demás.
-La máquina se sobrecalentó y algunos componentes explotaron. Sólo eso.- Maribel volvió de la trastienda con el botiquín. -Gracias.
Ydegraf volvió a afuera. El aire frío le caló los huesos. Sabía que necesitaría otro trago para volver a entrar en calor. Tenía idea de qué tipo de ser es RP. Le calculó como máximo unos cinco mil años y medio por lo que debería ser un experto en parasaltos lo suficientemente capacitado para saber donde no hacer ese tipo de viajes. El error de RP fue un error de principiante.
Ydegraf entra en el taller. RP aún se retorcia en el suelo pero con menos intensidad. Mojiglif se encontraba desarmando la nave protegido por unos guantes y una máscara que cubría la mitad de su cara. Ydegraf Caminó hasta RP y se acuclilla junto a él. Sintió miedo de tenerlo tan cerca pero decidió proceder como si se tratase de un ser humano normal. Extrajo del botiquín vendajes, motas de algodón y agua oxigenada. Tomó una mota enorme y la empapó en agua. Sujetó la barbilla de RP y procedió a limpiar. RP ahogó un grito de dolor y cerró los puños clavando sus uñas en su propia carne.

RP trataba de respirar tranquilo después del salto multidimensional.«“¡Estoy a salvo!”», pensaba para sí mientras trataba de acomodarse el medio rostro que le quedaba, su único ojo se escurría entre sus dedos, pero en un momento ese escurridizo ojo logra ver nuevamente aquel tentáculo amarillento y viscoso que se asomaba entre la manga del saco de aquel ser barbado y oscuro. Todo se detuvo para él: «“¡¿Pero qué putas?! ¡¿Otra vez falló el salto?!”». Recurrió a su olfato, lo único que le funcionaba en su despedazado rostro, inmediatamente reconoció aquel aroma fétido de ese bar donde había aterrizado y confirmó la verdad, «“¡los para-saltos no están funcionando!”». Trató de conjurar un arreglo rápido para su cara, pero con el mentón en la nuca y la lengua flotando fuera de la garganta, era algo complicado. El hombre misterioso con su copa de bourbón en la mano y una leve sonrisa maliciosa en la que apenas se le veían sus dientes entre la sombra del sombrero, le dijo a RP:

−Tómalo con calma, solo podrás saltar con un conjuro divino. Recuerda que estás en el Pedo de Dios.

En la nave parqueada cerca del bar, Ydregaf termina de conectar el electrodo diferencial, pero sorprendido ve que está cargando muy rápidamente el acumulador, sale corriendo a decirle a Mojiglif que algo anda mal: el acumulador podría sobrecargarse muy rápidamente a ese paso, con los sensores averiados no podrían saber el momento exacto para desconectar y la explosión podría acabar con el planeta.

Mojiglif se encuentra estupefacto por lo que acaba de ver al frente de la entrada del bar. Ydregaf lo sigue con sus ojos totalmente desorbitados, y tembloroso le pregunta: ¡¿Qué son esos?!

Mojiglif le responde: son los 33 arcángeles carniceros, no sé porqué se transforman en obreros, pero tenemos que salir inmediatamente, algo muy grande va a pasar acá. ¡Rápido encienda el Hiperreactor cuántico!, tenemos que salir con lo que tengamos.

Abajo en la entrada del bar uno de los arcángeles lee el letrero de entrada:

¡Bienvenidos!
Club Whiskeria Taberna Show Bar: El Pedo de Dios.

En antiguos eones, cuando el letrero era nuevo, realmente decía: Club Whiskeria Taberna Show Bar: El Dedo de Dios. Pero un pitufo cayó justo encima de la D después de librar una batalla campal junto a diecinueve de sus compañeros en contra de las putas porque no querían pagar por el servicio. Y así fue como finalmente quedó: El Pedo de Dios, sin que nadie se responsabilizara por modificarlo de nuevo.

Fred y Tomás, están sobre la barra tratando de esquivar todo lo que pasa sobre ella, en un momento de la carrera, Maribel se sienta con sus enormes posaderas frente a ellos, pero en un intento de retirada, llegan por detrás las otras posaderas de la Rusa, quien sigue intentando llevarse al padre Damián, pero en el rostro del padre, ya rojo y borracho, solo se adivina el pensamiento del espectacular trío que podría hacer y deja escurrir unas babas que caen sobre la barra justo encima de Fred y Tomás.

Entre resbalones, los tardígrados tratan de escapar por un lado de la barra esquivando el culo de Maribel, pero luego comienzan a llover sobre ellos las gotas de sangre que salen de la cabeza de Marlene intentando sacarse el aguijón. Empapados de sangre y babas de borracho continúan con su misión al centro de la barra, donde la palma sudorosa y gigante de Tito golpea solicitando un cuarto para irse de trio con Nalita y la costeña al tiempo que los salpica de sudor y alcohol. Fred le dice a Tomás: ¡prenda esa mierda antes de que nos lluevan más cosas! Tomás Inmediatamente procede a preparar el implosionador gravitacional.

En ese momento entra de golpe al bar uno de los 33 obreros, el más alto, y empieza a inspeccionar con una mirada sigilosa, y de desprecio todo el lugar. Inmediatamente ve en el piso a RP tratando de acomodarse el rostro, pero éste siente su presencia, así que prepara rápidamente un tercer intento de para-salto interdimensional.

El hombre misterioso al ver al arcángel vestido de obrero descubre su cabeza mostrando su verdadera identidad. El arcángel al verlo sale del bar y con sus ojos a punto de explotar, ordena a los demás que se preparen para el asalto gritando: ¡Cthulhu y Bel están aquí!

En ese mismo instante Mojiglif está en su silla de piloto dentro de la nave preparando el arranque. Ydregaf mira espantado la sobrecarga del acumulador, pero aún así inicia gritando el conteo regresivo de activación del Hyperreactor Cuántico.

−Cinco . . . Cuatro. . .
En la barra, Tomás también está en su conteo activando el implosionador gravitacional.

−Tres . . . Dos . .

El arcángel afuera del bar les grita a los otros:

−¡Listos para disparar!

En esos momentos el culo de la caribeña cae flácidamente sobre la cama recibiendo en la cara los senos de Nalita y agarrando con fuerza la mini uzi de Tito. El padre Damián se da una bendición al tiempo que le da un beso a la rusa y le coge el cañón a Maribel viniendose debajo de su túnica.

Afuera del bar el arcángel grita:

−¡FUEGO!

Ydregaf grita:

−¡ACTIVACIÓN¡

Tomás grita:

−¡CERO!

Y RP lo único que atina a decir es:

−Este es el culo de Dios y se cagó: ¡Joputa!

---FIN---



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