El dúo que conforman los hermanos siameses Jake y Mike Kowalsky ya lleva veintitrés años de vida y no detiene su marcha. Unidos por las cabezas pero también por la batería y la guitarra, los Kowalsky se las ingenian para erizar los pelos con su rock cuadrado, a veces trapezoidal, de vez en cuando romboidal, pero siempre plagado de distorsión y sobre todo contorsión, porque hay que ver los movimientos corporales que deben realizar cada vez que tocan, unidos no sólo por las cabezas sino también por el amor al rock. Años atrás pudieron hacer discos más poperos, es verdad, pero siempre vuelven al sonido sucio y bipolar que los caracteriza desde chiquitos.
Ojalá no se separen nunca.
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