Hoy quisiera verter unas palabras un poco sentimentales... Y es que me pongo a pensar en la terrible necesidad de comunicarnos. En el entretejido que vamos haciendo y en las nuevas personas que vamos conociendo. Que llegan a cruzar nuestras vidas por un tiempo, o recorrer el mundo paralelamente a nuestras vidas.
Hablaré de Ana, amiga de apenas unos meses. Mujer luchadora como muchas que salen de sus país por años para trabajar con mejores ingresos que su país. Hace poco enfrentó una operación de cáncer. Aunque no he querido hablar del cáncer que se llevó a mi madre, quisiera decirle que por supuesto que me lo recuerda.
Su amiga Anne, con quien rentamos, la trajo a hospedarse. Anne es un encanto de persona. Ayuda incondicionalmente, cocina y comparte su comida con todos nosotros, aún después de sus largos días de trabajo.
Ambas, son amigas de hace muchos años. Ambas son de las mujeres luchadoras que enfrentan el día a día trabajando en Hong Kong. Fuera de casa, sólo ellas saben lo difícil que es cada día en Hong Kong. Realmente admiro el sacrificio que hacen lejos de sus familias. Yo mismo lo estoy viviendo ya cuatro años esperando reunir a mi familia aquí. Aunque es probable que no lo logre, pero seguiré intentando traerlos aquí. De lo contrario, creo que habrá que dejar Hong Kong a pesar de lo que me gusta.
Y bueno, cuando uno se da cuenta de los duros momentos que alguien pasa, es que uno quisiera poder transmitir un poco de energía, un poco de ánimo para hacer más ligero el camino. Su trabajo ha resultado muy estresante en estos días. Se podía ver en su rostro. Lo único que se me ocurrió compartir fue la constante imagen de mis niños. Es como si en mi mente, al ver sus imágenes me dieran muchos ánimos de seguir. Aún con lo pesado y triste que resulta tenerlos lejos de mí. Antes, nos comunicábamos online. Pero los últimos han sido tan difíciles que, según mi mujer, nunca les alcanza ni para el crédito necesario para comunicarnos online. Eso a veces me pesa, me seca parte de la existencia.
Bueno, al compartir este sentir tan personal, me ha dado una especie de tristeza, algo de sentimiento de no poder quizás transmitir más ánimos, más palabras... y peor que en los últimos días le ha tocado quedarse en casa de su empleador (sponsor), lo cual está contemplado en los contratos, en apariencia como una prestación más -por lo que los sueldos que les pagan resultan tan baratos para Hong Kong- sin embargo, se vuelve una carga adicional para la gran mayoría de las trabajadoras (sus contratos dicen 'empleadas domésticas', aunque la gran mayoría hacen trabajos tan profesionales como tratar a los adultos o niños y ya que siempre les hablan en inglés, de paso les enseñan esta segunda lengua en la que el promedio de locales de Hong Kong no son nada buenos. Muchas de ellas son profesionistas, como Ana, que es sicóloga. Por lo que su trabajo es un peldaño más de complicado y con mayores exigencias. Se encarga de entrevistar a futuras trabajadoras y encontrarles a un contratante).
Por eso pienso que el hecho de vivir en casa de los empleadores se vuelve más una carga que una prestación. Es como si estuviéramos presenciando una esclavitud disfrazada.
Así pues, me ha dado la necesidad de escribirle más mensajes preguntándole si todo va bien, si saldrá del trabajo, si llegará a donde vivimos. Y he empezado a sentir una sensación de molestia, como si empezara a sentirme muy atraído y con más necesidad de hablar. Por lo que de repente me tuve que cuestionar que tenía que dejar de enviar mensajes...
Pero me duele. Siento encima la terrible necesidad de comunicarme, de escuchar, de animar y de apoyar. Pero duele.
Duele cuando las respuestas son cortas. Cuando a veces pasan mensajes sin respuestas por horas.
Dios, como odio sentir esta necesidad...
AJF
(Hong Kong, 6 de junio de 2019)