¿A esto le llaman ayuno? Isaías 58:5… ¿Es este el ayuno que Yo escogí: que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como un junco y haga cama de telas ásperas y de cenizas? ¿Llamareis a esto ayuno y día agradable a Jehová?
Esta escena es un intercambio de palabras entre los israelitas y Dios. El pueblo había estado ayunando y sentían que Dios no estaba tomando nota. El señor les dijo que estaban ayunando con motivos incorrectos y que habían asuntos en sus vidas que debían ser tratados.
El propósito del verdadero ayuno es quebrantar el poder de la carne. Es un tiempo de oración especial durante el cual el pueblo de Dios lo busca de una manera más seria para que ellos y otros avancen. Existen diversas maneras de como la gente es guiada a ayunar, si usted está comenzando un ayuno, o si siente el llamado de Dios para hacerlo, Él lo guiara en su propósito particular.
El pueblo que es mencionado en el capítulo 58 de Isaías, se abstuvo de alimentos, pero perdió de vista el verdadero sentido del ayuno. Dios les dijo que lo hacían con razones equivocadas, y que su ayuno no haría que su voz se oyera en los cielos. En este versículo el Señor les pregunta: “¿Es el verdadero ayuno totalmente mecánico, un ejercicio sin significado real?” Luego en los versículos 6 al 9 les dice lo que debe ser Su ayuno.
Eso no solo significa que debemos ocuparnos, usted y yo, de liberar a otros sino que nosotros mismos no debemos permanecer como esclavos.
La versión Reina Valera dice: Si el hijo os liberta seréis verdaderamente libre" (Juan8:36)
Debemos de cooperar con el espíritu de Dios a fin de romper con el yugo de esclavitud en nuestras vidas y en las de quienes nos rodean. Si hemos de liberar a otros, primero debemos de ser libres nosotros.
Algunas personas se sumergen de tal manera en la actividad del ministerio que se olvidan de los miembros de su propia familia y de sus demás parientes.
En este versículo el Señor deja claramente establecido que no debemos desatender los unos ocupándonos de los otros. El Señor nos dice aquí que no solamente debemos de satisfacer las necesidades de quienes nos rodean en el mundo, los pobres y los desnudos sino también las de quienes son nuestra carne y sangre, es decir, la familia básica y los demás parientes.
No es suficiente ser llamado. No es suficiente orar. No es suficiente leer la palabra de Dios. También debemos hacer lo que dice, la Palabra: alimentar a los pobres, vestir a los desnudos, y no escondernos de nuestros propios parientes.
Después que se hayan hecho todas estas cosas, entonces el versículo 8 será una realidad para nosotros.
En este versículo se encuentran algunas promesas que inspiran plena confianza. Pero también contiene algunas demandas, y una depende de las otras.
Debemos dar gracias a Dios por Su gracia, y también porque no tenemos que, mediante nuestro esfuerzo hacer las cosas. Vivimos agradecidos porque ante cualquier asunto que El nos mande también nos da Su gracia para poder llevarlo a cabo. De esa manera, El obtiene el crédito y la gloria, no nosotros.
Pero eso no quiere decir que nosotros no debamos hacer nada, que podemos sentarnos a esperar que el Señor lo haga todo.
No. Debemos cooperar con la gracia de Dios.
En este capítulo hay muchas promesas de paz y prosperidad para nosotros el pueblo de Dios, pero están condicionadas a que hagamos ciertas cosas, tal como lo vimos en el versículo anterior.
Si nuestras oraciones no son contestadas bien puede ser porque no estamos haciendo lo que Dios con claridad, no ha dicho que hagamos.
Unas de las cosas que nos ha pedido hacer es soltar las cargas de opresión en nuestro medio y dejar de apuntar con el dedo amenazador hacia los oprimidos o los piadosos. Eso es juzgar.
Cuando dejemos de juzgarnos unos a otros, todo comenzara a mejor en nuestras propias vidas. También debemos dejar de hablar falsedades con aspereza, injusta y perversamente. En la versión Reina Valera esto traduce esta última frase como hablar vanidad. ¿Qué es el hablar vano? Las palabras inútiles de charlas tontas. Si no tenemos cuidado, podemos ser culpables de hablar vanidad.
“Que promesas tan maravillosas” ¿Cuándo podemos esperar que todas estas Bendiciones vengan sobre nosotros?
Cuando dejemos de juzgarnos unos a otros y desechemos toda vana, falsa, áspera, injusta y perversa forma de hablar.
No esperemos que Dios derrame bendiciones sobre nosotros mientras nuestras bocas derraman maldiciones sobre los demás.
Básicamente lo que el Señor dice en este pasaje: “Si tu quieres realmente disfrutar mis Bendiciones en esta vida, entonces no vayas por ahí haciendo tu voluntad. Por el contrario, descubre que es lo que yo quiero que hagas, y hazlo.
No busques tu propio placer, sino busca primero mi voluntad. No hables tus propias palabras ociosas, sino mi poderosa palabra, porque ella no volverá a mi vacía, sino que producirá efecto, harán lo que yo quiero” (Isaías 55:11).
Si nosotros queremos la Bendición de Dios sobre nuestras vida, no podemos decir lo que se nos antoje, cuando se nos antoje. Debemos utilizar nuestra boca para bendecir a Dios, a los demás y a nosotros mismos.
Debemos traer las bendiciones de Dios a nuestras Iglesias, a nuestros hogares, a nuestros trabajos, a nuestra sociedad. No necesitamos predicar tanto a lo gente que esta bajo nuestro alrededor sino vivir vidas piadosas en su presencia. No debemos “oler mal”. Debemos ser un suave y grato aroma en Cristo que agrade a los demás y a Dios (2 corintios 2:14-15).
Cuando caminamos por la vida vamos exhalando cierto aroma. Aunque no podemos olernos a nosotros mismo el Señor si lo hace. El tiene un olfato muy sensible. Cuando oramos no quiero que mis oraciones huelan mal ante el Señor, debido a las palabras que hemos pronunciado en momentos diferentes a nuestros tiempos de oración.
La biblia dice que Dios conoce cada palabra que están por expresar nuestros labios: …pues aun no esta la palabra en mi lengua y he aquí, o señor, tu la sabes todo (salmo 139:4). El sabe no solo lo que dijimos ayer, y lo que estamos diciendo hoy, sino también lo que vamos a decir mañana. Mas aun, Él sabe lo que estamos pensando. Por eso es que debemos hacer nuestra la oración del salmista. Sean aceptables las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Señor, roca mía y redentor mío (Salmo 19:14)