Las cartas de Sonia
La novela Las cartas de Sonia es una historia de romance, los protagonistas son Sonia Reyes y Tobías.
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Lectura de prueba de novela Las cartas de Sonia
Eran los primeros días de diciembre y el clima estaba más frío que nunca. Sonia Reyes estaba tumbada en el sofá con rostro circunspecto mientras escuchaba los gritos de su suegra, Jorgelina Blanco, que provenían del piso de abajo.
—¡Sonia Reyes! Una cosa es que no puedas dar a luz a un niño, pero ¿ahora empezaste a cocinar tarde? ¿Acaso intentas matarnos de hambre a Tomás y a mí?
En los seis años que llevaba casada con Tobías Furtado, su suegra siempre se había quejado de que era una gallina que no podía poner huevos. Sin embargo, nadie se había tomado un momento para pensar que, desde el principio de su matrimonio, su esposo nunca posó un dedo sobre ella.
—¡Baja rápido y ayúdame a armar mi mochila! Aún tengo que ir a la escuela ¡por el amor de Dios! —espetó un adolescente.
Tomás era el hermano menor de Tobías; era el mismísimo engendro del diablo. Desde que Sonia pasó a formar parte de la familia, él encontró diferentes maneras de torturarla cada día. Para él, esa cuñada con la que su hermano se había casado era un blanco fácil.
Al oír eso, Sonia bajó las escaleras, se dirigió a la cocina para cocinar y luego preparó la mochila y la vianda de Tomás como un robot.
—¡Madre, la comida está lista!
En cuanto vio la expresión sin emoción de Sonia, Jorgelina se enfadó.
—¡Por Dios, Sonia! —dijo de inmediato mientras golpeaba el vaso de agua contra la mesa—. Gastas el dinero de mi hijo y vives en su casa, ¿cómo te atreves a hacer esa mueca de desprecio? Lo creas o no, ¡llamaré a Tobías de inmediato y le pediré que se divorcie de ti ahora mismo!
La mano de Sonia que sostenía el plato tembló. Luego, respiró profundo y forzó una sonrisa.
—Madre, no soy despreciativa.
Jorgelina no le creyó.
—Sonia. —dijo de forma extraña—. No creas que solo porque tienes el apoyo de la anciana significa que tu lugar como señora Furtado está garantizado. Después de todo, ¡no eres nada en comparación con Tania!
Sonia se puso pálida al oír el nombre de la mujer. Al ver con sus propios ojos cómo se desarrollaba la situación, Tomás sonrió de inmediato.
—¿No lo sabes? Tania está a punto de recibir el alta del hospital. Mi hermano la traerá a casa para que viva con nosotros— dijo Tomás.
Sonia parpadeó y las manos con las que había reacomodado los platos volvieron a temblar.
—¡No te quedes frente a mí! —resopló Jorgelina con frialdad mientras hacía un gesto despectivo para que se fuera, ya que no soportaba contemplar sus falsos agravios—. Me quitas el apetito. ¡Vete de aquí!
Sonia tampoco quería quedarse allí por más tiempo, así que subió las escaleras y se sentó de nuevo en el sofá.
Por la noche, un Maybach se detuvo en la puerta. Al notarlo, Sonia se levantó de inmediato del sofá y se apresuró hasta el balcón para mirar hacia abajo.
Un hombre delgado con traje se bajó del auto. Tenía un rostro apuesto y un temperamento sobresaliente; se vía incluso mejor que algunas de las celebridades de la televisión. El hombre pareció notar que alguien lo observaba, por lo que alzó la vista y miró a Sonia. Sus ojos eran fríos y despiadados; sin embargo, hacía tiempo que Sonia se había acostumbrado a esa mirada, y las comisuras de sus labios se movieron sin un asomo de sonrisa.
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