El relato en primera persona de una jovencita que supo superar sus dificultades con la fuerza de voluntad. Y su orto.
"No servís para nada, jajaja" decía una vez más mi papi, esa vez que le presentaba el boletín de calificaciones y... una vez más me llevaba varias materias, y todo parecía indicar, repetía por segunda vez el año. Luego me daba un chirlo en la cola y me mandaba a mi cuarto, mientras él seguía jugando al truco con sus amigos, que se reían también.
Me fuí al cuarto y lloré sobre la almohada. Luego me pajée pensando en Nicolás, amigo de mi papi que, justamente, estaba a metros de mí, jugando a las cartas con papi, mientras yo me castigaba la virginal concha. Ah, sueños de nena: "quiero un novio e irme de casa" pensaba.
Me levanté y salí de casa, me puse linda (aunque me sentía tan fea en esos días, tan fea y fracasada; adolescencia que le dicen). Iba caminando a casa de la gorda Mabel, "amiga" mía, aunque en general me forreba porque a ella ya se la habían cogido como 3 o 4, decía, y a mí, nadie. Ella decía que porque parecía muy pendeja y era muy tímida, y porque no me dejaban salir. No sé... pero la estaba yendo a ver, sin ganas.
Pasé frente a la iglesia y... algo me dijo que debía pasar. Y lo hice, haya sido por llamado divino o desesperación, lo hice. Pasé y estaba vacía. El gentil y joven —bastante comible, decía yo, jiji— cura me saludó apareciendo desde una sala contigua. Él me contó de los horarios de misa, me preguntó mi nombre y cómo estaba, me invitó a pasar al confesionario si quería, me dijo que eso me daría paz.
Lo miré un momento, y accedí, por boludear y ver de qué se trataba, más que nada para seguir hablando con él. De repente, luego de las presentaciones y demás pavadas, estaba contándole de mis pecaminosas pajas, de mis oscuros deseos con el amigo de papi, de el odio por mi amiga, del desprecio por la puta de mi mami. De mis deseos de verga.
El cura abrió una pertecilla por la que pude ver como se acariciaba un grueso trozo de carne que tenía de verga, mientras me pasaba un papelito que tenía una dirección y un horario, y me decía, parcimoniosamente y con una voz calma y fraternal:
— Hija mía, si querés que te ayude y te lleve tranquilidad, vení a que te alimente y rompa la tristeza y el odio que te lastima.
— Gracias, padre... Lo voy a pensar — dije, mientras miraba la verga tiesa de mi cura favorito.
— Gracias a vos, no estés triste — dijo él y cerró la puertecilla.
No fui nada a la casa de la gorda Mabel y me volví a casa, algo contenta, sentía que eso con el cura era como una cita (?), y estaba en lo cierto... Entré a mi cuarto y me pajée pensando en mi amoroso cura, y en su verga dentro mío.
Los días pasaron, me aburría mucho, la gorda Mabel me caía cada vez peor y tenía pocos amigos y amigas, así que… ansiaba mucho la “cita” con el cura. Y allí fui aquel día.
Toqué el timbre de su casa, ya era de noche y él, mirando que nadie esté viendo, me hizo pasar. Me dió un beso y me acarició el rostro.
— ¿Querés tomar algo? Tomá asiento — me dijo, muy gentil. — Enseguida te sirvo la cena — dijo, acariciándose el bulto con una sonrisa amable y bondadosa.
— Yo tomé asiento y casi que me pongo nerviosa, pero pronto volvió el cura Raúl y empezó a hablar conmigo, mientras me tomaba la mano. Me explicó muchas cosas, me dijo que era muy valiosa y que los problemas en la escuela se iban a resolver. Me regaló un libro sagrado y me pidió el teléfono, me dijo que a él le podía confiar todos mis problemas, que le podía enviar fotos en tetas y en orto, que le podía pedir consejo a cualquier hora. Entre charlas y bromas, risas y confesiones, él me dijo, amable y bueno como era:
— Si querés podés mamarme la verga, para probarla y ser más señorita.
Yo pensé, y yo, sintiéndome amada y deseada, no lo dudé ni un instante:
— Sssí, por favor, Raúl, me encantaría — le dije, confiada y feliz.
Sin mayor discusión, me encontré arrodillada esperando aquella vergota que había visto en el confesionario, tan ansiosa para que me coja la boquita —para que me culée la boquita— diría mi amor Raúl. Y se la lamí y saborée bien, la chupé y me atraganté con ella, para alegría de Raúl y también mía, aunque tuviera los ojitos llenos de lágrimas.
De repente escuché la puerta, y me preocupé mucho, Raúl me tranquilizó acariciándome la frente y el pelo… que me lo tomaba con fuerza. Dulcemente dijo entonces:
— Calma, estúpida, seguí mamando que es sólo un hermano, un amigo de la parroquia.
Yo seguí chupando, feliz de tener verga en mi boquita al fin, y con verga en la boca, ví como entraba un señor en la habitación que feliz decía:
— Ah, pero que puta hermosa! Esta es alumna mía, jajaja — ¡Era el profesor López! Me sonrojé toda, pero Raúl me calmo y el profe López también.
“Sólo queremos darte amor, puta de mierda”, me dijeron mientras le mamaba la verga al cura Raúl y luego al profe López, ambos reían y me alentaban en la mamada. Yo estuve exhausta de chupar vergas minutos luego, me sentia estúpida quedándome sin aire y toda atragantada ya.
Quizás por eso Raúl, gentil como era, decidió levantarme, besarme profunda y dulcemente, acariciarme la mojada y caliente concha, y, al tiempo que me besaba, meterme la verga en mi concha virginal.
— Tomá, puta de mierda, volvete mujer con una verga real, sentila bien, sssí, sssí, jajaja.
Yo gemía como enferma, disfrutaba y le daba las gracias a mi benefactor, llenándome de pija y mimándome toda. Mientras tanto, el profe López me besaba la espalda y… ¡¡¡hasta mi colita!!!. Luego me la masajearía con un juguito muy curioso, y luego… me la metería por el ojete!!!
— Tomá, puta de mierda, jajaja, dos desvirgues para la puta — decía mientras se reía y me decía más palabras de amor, mi profe.
Dos pijas me recorrían los agujeritos mientras besaba a mi amado cura, y gemía y temblaba, con mi profe rompiédome el culo por detrás.
De repente sentí, casi simultaneámente como sendos chorros de leche calentita me llenaban mis agujeritos, y fue muy rico, cada vez más rápido me bombearon el orto y la concha al tiempo que me daban leche por la cola y la concha. Awww.
Me tiraron al suelo de rodillas y me ordenaron que se las mame “hasta dejárselas limpita”, decían, mientras reían y me acariciaban y escupían la carita y el pelo. “Felicitaciones, sos toda una puta” me dijo el cura Raúl, al tiempo que me besaba la frente. Ambos se fueron, Raúl a su cuarto y el profe López salió a la calle. Me quedé un ratito acostada en el suelo, descansando, luego me vestí y quise seguir a mi cura amado, pero había cerrado la puerta hacia donde había ido.
Estaba sola, pero llena de semen y eso, eso me hacía feliz, así que salí, algo trastabillante por la rotura de cola y arruinado de concha que me habían pegado. Había un taxi afuera, cuyo conductor, al verme, me tocó bocina, y me habló:
— Subí, puta de mierda, que ya es tarde — me dijo el gentil hombre. Atiné a subirme atrás, pero él dijo que no, que las nenas van adelante. Yo sonreí y le obedecí. Enseguida me estaba tomando el pelo y pidiendo amablemente… que a él también se la mame, aclarando que ese era el único modo en que ese largo viaje, salga gratis. Yo obedecí, feliz, porque no iba a tener sólo 1 verga esa noche, ni 2, iba a tener 3… y esta sí que era también gruesa y… el gusto a pija se me había vuelto adicción esa noche, jeje.
http://go.trafficshop.com/c3659ae7
Se la mamé todo el viaje, al llegar a casa me dijo, dulcemente:
— Mamala fuerte, puta de mierda, que tenés que bajarte y quiero que te tragues todo.
Y yo, dele, glub, glub — jeje, mamando y chupando, lamiendo y saboreando, supe recibir una y otra densa carga de semen, directamente en mi garganta. Con los ojitos llenos de lágrimas, mire a mi gentil chofer y le sonreí. Él abrio la puerta del acompañante y me empujó afuera, me hizo bajar y se fue raudamente. Caminé feliz los pasos que restaban hasta la puerta de mi casa, sabiendo que era muy útil y amada, que era una magnífica puta tragaleche, deseada por muchos hombres... Mis primeros novios <3