Ariadna estaba estúpida, como sucede en miuchos de los casos que presentamos en este compendio de guías y orientación para padres, presentando casos reales de jovencitas que terminan con el ojete hecho pedazos, para su felicidad y crecimiento personal.
Awww.
Solidaria y cristiana como era, terminó trabajando para la parroquia del padre Lucas, contrariando a su padre, empresario de gran éxito y demás, egoísta y cagador conocido, político. Claro, la hija de tal personaje estaba estúpida por la rebeldía adolescente —clásica de esa edad— y poco hablaba con su padre.
Ariadna se puso así a charlar con Joseph, con el que siempre había sentido tener una conexión particular y espiritual (pendeja estúpida)- Joseph —decíamos— se hacía llamar el negro enorme que había terminado en la parroquia enla que colaboraba la pendeja solidaria. No se entendían mucho, pues Ari era inteligente, pero no sabía hablar africano y se comunicaban con miraditas, señas y abrazos, pues Ari notaba la tristeza del desarraigo y demás en el inmigrante recién llegado, y sentía pena por él. El negro solía manosearle la colita a la joven en esos abrazos, a Ari le gustaban esos gruesos dedos.
Esa noche mientras la cena, Joseph le dió la mano a Ari y se la llevó detrás de la parroquia, allí él le explicó (usando señas y gestos) que se sentía sólo y triste. Básicamente, se sacó la verga engrosada del pantalón y la invitó a hacer algo con ella a la Ari, tonta, inocente y solidaria como era.
Ari, instintivamente, supo que hacer ante ese pobre hombre con la pija amorcillada, y se puso en 4 para felicidad del pobre negro. Tanto supo conmoverse el africano que la pija se le puso tiesa al instante y enseguida abundamentemte escupio en el ojete de la niña, que cariñosamente lamió y culeó con su lengua; enseguida le metío la verga en la colita, para dolor, llanto y felicidad de la jovencita.
Y dijo el negrete en su idioma africano:
“Dios te bendiga, puta de mierda, qué hermoso y apretadito orto que tenés, nena”.
Ari no entendió nada, pero por el tono notó que estaba haciendo las cosas bien, mientras lloraba, gemía y gozaba como estúpida.
Joseph se la bombéo con brutalidad y gran calentura, mientas se la tomaba con fuerza de las caderas adolescentes. Tanta era la calentura del pobre inmigrante que 10 minutos luego de estar masajeándole con verga el ojete a la niña, supo eyacular en el recto de la jovencita, para deleite y bendición de la castigada/bendecida que así supo recibir abundantes cargas de semen calentito en su interior.
Joseph sacó la pija del ano de la pendeja y trayendo del pelo a su solidaria y gratuita reputa, le presento la pija frente a la carita y —rozándole los labios con el glande— supo indicarle a la jovencita que debía mamársela y dejársela limpita.
Y Ari notó que era una sucia y no se había lavado correctamente la cola, como su mami se lo indicaba siempre, y así, culpable por su suciedad y obedienta en la misión de hacer feliz a ese pobre hombre, empezó con legua y mamada a dejarle limpita la verga al señor. Limpita como era, sabía que debía hacer un buen trabajo en la verga de ese dulce señor y dejársela brillante.
Ari quedó arrodilladita, con el orto roto y el colon lleno de semen, detrás de la parroquia. El gentil señor de color volvió adentro a la cálida parroquia, comió aún un pedazo de pan y se fue a su casa. Finalmente nuestra solidaria protagonista anal se puso de pie, se puso su tanga… intentó, pero estaba tan destrozada que tuvo que hacerla un bollito y guardársela en el bolsillo de su jean. Se vistió y fue sonriente al festejo dentro de la parroquia, entró y buscó a su principe azul, pero él se había ido. Estuvo un rato más y salió afuera y se subió al auto de papá que había venido a buscarla.
En el auto, al fin, Ariadna había dejado su egoísmo y había vuelto a hablarle a su progenitor:
— No tenemos que pelear más, Papi, al fin me di cuenta de que de nada sirve tener rencor.
El padre de Ari le sonrío de vuelta a su hija.
Una vez más la rotura anal había servido para sacar de la estupidez a una pobre jovencita en la edad de la estupidez. Mientras le decía esto a su padre, un chorrito de leche le corría del ojete y se le pegoteaba en el vaquero a la dulce Ariadna.
El amor había triunfado.
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