Fue el Amor de Subida | Relato EróticosteemCreated with Sketch.

in nsfwizard •  6 years ago 

Lectura recomendada en modo nocturo y de forma horizontal desde el celular

Salí apurado de mi pent-house. Iba a calmar una ansiedad, aquella madrugada calurosa. Cuando llego a planta baja, me doy cuenta que había olvidado mi teléfono celular. Marcó de nuevo el 17 y cuando están por cerrarse las puertas, una chica me hace señas para que detenga el ascensor.

Es mi vecina, que viene hermosa como siempre, elegante, sexy, pero dejando a la imaginación todo lo que debe provocar intriga. Ingresa y me da las gracias. Siempre me ha llamado la atención.

Mientras vamos subiendo, la veo algo triste. Le pregunto qué le pasó y me cuenta que había salido a tomarse unos tragos, sola, porque no le ha ido bien en los negocios y mucho menos en el amor. No creo esto último, pues es una mujer demasiado bella.

Son como las 4:00 am y cuando vamos entre el piso nueve y el diez, se va la luz, hace corto circuito la lámpara de emergencia interna, se apaga el pequeño ventilador y el ascensor se detiene.

Le pregunto si se encuentra bien y me dice que sí. Ella lleva su teléfono consigo, pero no tiene nada de carga.

No se ve absolutamente nada debido a la oscuridad que ahora nos merodea. En ambos, solo queda el recuerdo de las veces que nos hemos visto y en esta, también fue breve.

Hace mucho calor. Nos sentamos, resignados de no tener ninguna forma de comunicarnos y sabiendo que, a esta hora, por lo poco habitado del edificio, todos duermen y quizás no noten que se fue la luz. Si lo notasen, lo que menos van a imaginar es que hay un par de locos encerrados en el ascensor a esa hora y menos un miércoles.

Tras 20 minutos de encierro, ella me dice que no aguanta el calor, me pide que me voltee, que no la vea, se va a quitar la camisa y el pantalón, me aclara que no lleva brasier y le da pena. Me río y le contesto que así quisieras verla, –y vaya que lo deseo- con tanta noche acumulada, no puedo ver absolutamente nada.

Inmediatamente, con algo de jocosidad, le digo que se tape los ojos, que también me desvestiré para acompañarla en sentimiento y ella ríe. En realidad lo decía por el calor.

Aquella sonrisa que no vi, pero sí escuché, me da pie de complicidad. Le digo que ahora deseo mucho más que llegue la luz para sofocarme con la imagen de su cuerpo sudado y sin ropa. Ella vuelve a reír.

—Vecina, cuando Morfeo ha pintado mi mente de lujuria, un pensamiento te recurre, vuelve a ti con deseo, te pinta desnuda y con ganas de mí, pero mi imaginación se queda corta en ese exquisito retrato y hoy la realidad, no hace justicia, porque me tiene ciego de verte como más lo he deseado: desnuda, húmeda de piel y jadeando de aire —le exclamo.

—Quizás moriremos sofocados, Samael. Prefiero irme yéndome y sin aliento, que de esta forma —me dice con voz muy sexy.

Ella se abalanza sobre mí, me besa, me abraza. Con su cuerpo curvilíneo, ahora resbaloso por sus jugos corporales, se fusiona con el mío, mientras nuestras lenguas bailan un bolero que, con el transcurrir de los segundos, va perdiendo su estilo de pasos y transforma su intensidad en partituras de música electrónica.

No veo nada de ella, pero lo que palpo no defrauda lo que en sueños he ido imaginando. La realidad es más perfecta que todo lo que inventé entre nirvanas de deseo.

Naufraga por todo mi cuerpo, besa cada parte de mi piel y se detiene donde el pecado es más exquisito, donde oye ligeros alaridos y respiros intensos entrecortados. Me chupa, me roza, me magulla y me muerde en dosis perfectas unísonas, me hacen delirar de gusto.

Hacemos el amor, sí el amor, porque esa noche que yace acaparada en la cabina no le da gusto a la vista, pero sí a las huellas digitales. Nos amamos sin conocernos, nos lamimos el sudor, olvidamos el calor externo y nos hicimos aliados del fuego que, quizás, ya llevábamos en la sangre esclava de los instintos.

Besos, caricias benditas, lenguas en pechos erizados de encanto, pelvis entrelazada al vaivén de un ritmo desenfrenado, nos inundan las entrañas. Las manos recorren piernas, nalgas, abdómenes, cuellos, clavículas y cabellos, para dibujar una divina remembranza sin imágenes.

¡Cuánta pasión! ¡Cuánto deseo!

Estar sin poder vernos nada hizo que nos tocáramos el alma primero que nuestros cuerpos. Las miradas complementan su éxtasis con los recuerdos, así osan quedarse solo en la imaginación de las pieles y en el sentir de las ganas.

Sucumbimos ante la presión de amarnos en subida, en aquella subida eterna donde el clímax llegó en las alturas detenidas de un ascensor, allí no vimos nuestros rostros deliciosos y llenos de máximo goce, pero, en cambio, conocimos, por primera vez, la verdadera cara del orgasmo hecho con amor.

Luego de culminar, escuchamos unas voces que nos decían que ya nos iban a sacar, por lo que ambos nos vestimos de nuevo, sin poder vernos.

En su vida y en la mía siempre tendremos tatuada aquella noche en la que fuimos torturados al quedarnos ciegos, a pesar de la llamarada de nuestras pieles.

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semana a semana nos traes mas pasion, drama, suspenso en tus historias, te felicito.

Que bueno miguel nos pudimos disfrutar tu relato