Cultura y oratoria

La oratoria y la retórica están íntimamente ligados en la cultura griega y romana. La retórica había surgido en Grecia en el siglo V antes de nuestra era, como una sistematización de técnicas y procedimientos expositivos necesarios para el orador.
Las escuelas de retórica griegas encontraron en Roma un campo más amplio que en las ciudades helenísticas, puesto que sus enseñanzas se podían poner a prueba ante el público en el Senado o el foro, tratando cuestiones de actualidad que apasionaban a los ciudadanos. A pesar de la oposición de élites conservadoras, los estudios de retórica terminan imponiéndose y constituyendo, junto con la gramática, la base indispensable de la educación de los jóvenes de las familias acomodadas que, como preparación para la vida política o el ejercicio de la abogacía, aprendían la "técnica oratoria".
Para la elaboración de buenos discursos era imprescindible el conocimiento de los distintos recursos oratorios que se estudian en las diferentes partes de la retórica.
En forma general, se refiere a cinco aspectos definidos: Inventio (invención): búsqueda de las ideas y argumentos apropiados para el discurso. Dispositio: estudia la disposición de las ideas del discurso. Elocutio: se refiere a la elocución o expresión lingüística, la elección y colocación de las palabras, el ritmo y la correcta utilización de las figuras retóricas. Memoria: proponía pautas para memorizar. Declamatio: desarrollaba técnicas para la declamación. Todo esto en armonía con los diferentes géneros y estilos, se tratara de un discurso de corte político o judicial.
Estos aspectos básicamente son los mismos pasos que ejecutamos para preparar un discurso: normalmente escogemos un tema, elaboramos un esquema con las ideas, tratamos de memorizar ciertos datos y cuidamos el lenguaje y la pronunciación.
Aunque la oratoria se refiere más al arte de hablar con fluidez delante de un auditorio o público, la retórica se extiende al discurso escrito y la manera de utilizar con eficacia el lenguaje para convencer al lector y provocar en él un sentimiento determinado o deleitarlo.
El correcto uso de la palabra hablada o escrita es garantía de éxito personal y profesional. Argenis Díaz, escritor.