Esta teoría en un momento fue descrita por Aristóteles, pero nunca la estudió científicamente como se debería. A pesar de solo ser descrita por él, fue aceptada por la comunidad científica de la antigüedad y también refutada por muchos de sus integrantes. La teoría de la generación espontánea dice que de una materia no viva puede surgir la vida.
También establece, que algunas formas de vida, como los gusanos y los renacuajos, se originaron en el barro calentado por el sol y que las moscas, larvas, micro-organismos y bacterias surgieron de manera espontánea de la materia descompuesta. Aristóteles explicó que esto se originaba gracias a la interacción de fuerzas que tenían la capacidad de dar vida a lo que no la tenía, a esto le llamó entelequia.
En el siglo XVII un científico apellidado Helmont realiza un experimento para probar que la teoría de la generación espontánea es acertada, dicho experimento consistía en posicionar en un recipiente ropa sudada y trigo por 21 días. Logrando como resultado la aparición de ratones dentro del recipiente.
Método científico aplicado por Redi
Redi fue una de las personas en desacuerdo con esta teoría, en 1668 preparó un experimento: 8 frascos iguales y cada uno contenía un trozo de carne diferente cerró cuatro y dejó destapados al aire libre los restantes.
Al cabo de unos días la carne de los frascos abiertos crio gusanos, mientras que la de los frascos cerrados estaba estropeada y maloliente pero no tenía gusanos. Repitió el experimento, pero esta vez tapando los frascos con una gasa fina, con lo cual podía pasar el aire pero no las moscas. De nuevo en los frascos cerrados no aparecieron gusanos de la carne. De este modo se podía deducir que los gusanos no aparecían espontáneamente en la carne, sino de los huevos que ponían las moscas que previamente se habían posado sobre ella. Pero al parecer esto no sería suficiente para terminar por refutar esta teoría.
Años después aparece Lazzaro Spallanzani con un experimento que consiste en colocar en un recipiente cerrado, caldo a esterilizar, y así eliminar el oxígeno y, es aquí que se ve que no surge ni un indicio de vida ya que el recipiente se encuentra sellado, pero en otro recipiente sin sellar hizo lo mismo y este si resultó con microbios.
Luego aparece Pasteur que en 1862 llega a la conclusión que solo puede surgir vida si alguien más lo procrea. Utilizó dos frascos de cuello de cisne. En cada uno de ellos metió cantidades iguales de caldo de carne y los hizo hervir para poder eliminar los posibles microorganismos presentes en el caldo.
Pasado un tiempo observó que ninguno de los caldos presentaba señal alguna de la presencia de algún microorganismo y cortó el tubo de uno de los matraces. El matraz abierto tardó poco en descomponerse, mientras que el cerrado permaneció en su estado inicial. Pasteur demostró así que los microorganismos tampoco provenían de la generación espontánea.