Por lo general los seres humanos somos de querer hacer muchas cosas, colapsamos nuestros días con tantas actividades, nuestro tiempo se ve limitado al querer incorporar diariamente tantas tareas, con la intención de ser más eficientes, pero la verdad es que terminamos es por no cumplir con todo, solo terminamos agotados, y puede que hasta frustrados.
Hacer una pausa es necesario, no sólo en el transcurso del día, sino que en algún momento de la semana, del mes, nuestro cuerpo lo requerirá. Ameritaremos levantarnos un poco más tarde de lo normal, no colocarnos frente a la PC ni pasar el día trabajando, porque todos los días lo mismo, por mucho que nos agrade lo que hacemos, llega ese momento en el que ameritamos un distanciamiento de lo habitual, seguro que entienden lo que quiero decir.
Todos tenemos esa comida favorita, que nos encanta, que nos trae recuerdos de nuestros padres, abuelos, infancia, pero por mucho que nos guste llega ese momento en el que necesitamos comer algo más, un sabor o textura distinta. Incluso si hay un chef al que le comemos con frecuencia, llega el momento en el que vamos a necesitar probar otro sazón, otros sabores, al menos a mi me pasa.
Con más razón nos ocurrirá eso ante una actividad física que sea monótona, que no requiera sino acción, y si no la disfrutamos, más rápido puede pasar eso, así que distanciarse de vez en cuando no está mal, es incluso terapéutico, más que necesario.
Algo tan sencillo como irse a un parque, a caminar, o acostarse en la grama puede ser ese respiro que necesitamos en un momento dado, más que bullicio de la ciudad o de un centro comercial. Estar solos, con nosotros mismos, nos permitirá reflexionar y tomar mejores decisiones, además de descansar de la monotonía para empezar de una mejor manera.
