El lugar está hermoso, todo lleno de frescos aromas y un relajante color plateado... Me quede un rato pensando en este lienzo virgen.
Mi cuerpo es la brocha, sumergo mis manos en aquel cálido recipiente, lleno mis manos y empiezoa plasmar mi creatividad.
Es un rojo intenso, vivo, a veces chorrea un poco, y conforme avanza la gota va perdiendo la intensidad en su color.
Me quedo hipnotizada en esas pequeñas gotas errantes que se deslizan poco a poco, por momentos son rápidas y en otros se entorpecen pero siempre van hacia abajo.
Por mucho que me quede viéndolas, llega un punto en el que se quedan intactas, y puedo continuar con mi labor.
Oigo que alguien abre la puerta de la casa, y se dirige hacia la cocina, que es el lugar que yo estoy dando vida.
Un grito ahogado, seguro es por la emoción de mi arte. Y después hermosos cuetes de festejo suenan a mi alrededor.
Las balas carcomen mi carne y yo caigo en medio de un éxtasis de felicidad al fin lo eh conseguido... ¡Al fin mi arte será reconocido!
Y al igual que aquellas gotas de sangre que se deslizaban por la pared hasta ser detenidas por el suelo y expandirse, yo termino de caer y observo el rostro desencajado de mi madre que con sus ojos me observa desde el más allá, más que orgullosa de haberme donado la sangre de sus entrañas para mi obra maestra.