[ENG-SPN] End of summer syndrome / El síndrome del final del verano

Practically, at the end of August, we are saying goodbye to summer and in doing so, we cannot prevent a feeling of anguish from taking hold of us, letting our memories macerate, like good wine, in that metaphorical jar of commiserative ambivalence, where we experience that dark night of the soul, to which Saint John of the Cross referred, possibly recognizing that there is no perfect ecstasy, since we will always have a bittersweet taste in our mouths with the return to our original state, that is, home, but that will encourage us to go one step further next year.

The great Michelangelo already expressed it graphically, when in that glorious artistic ecstasy that is the Sistine Chapel, comparatively speaking, the finger of the unfortunate Adam was a few centimeters from touching the Glory of God, but close enough to feel rapture and gratitude for the experience.

Let us, therefore, also be grateful and let our peoples rest, those tiny and enchanting earthly paradises that so many pleasant moments have given us, and let us courageously face the miserere of returning to routine, thinking that life goes on, that little things that the poet referred to in his Songs, tan the soul and help us confidently face our next projects of reaching ecstasy, voluntarily losing ourselves again, by the ineffable magic of the roads.

Prácticamente, finalizado agosto, estamos diciendo adiós al verano y al hacerlo, no podemos evitar que un sentimiento de congoja se apodere de nosotros, dejando que nuestros recuerdos maceren, como el buen vino, en esa metafórica tinaja de conmiserativa ambivalencia, donde experimentamos esa oscura noche del alma, a la que hacía referencia San Juan de la Cruz, posiblemente reconociendo que no hay éxtasis perfecto, pues siempre nos quedará un agridulce sabor de boca con el regreso a nuestro estado original, es decir, a casa, pero que nos alentará a dar un paso más allá el próximo año.

Ya lo expresó gráficamente el genial Miguel Ángel, cuando en ese glorioso éxtasis artístico que es la Capilla Sixtina, comparativamente hablando, el dedo del infortunado Adán se quedó a escasos centímetros de tocar la Gloria de Dios, pero lo suficientemente cerca, como para sentir arrobo y gratitud por la experiencia.

Seamos, pues, agradecidos nosotros también y dejemos descansar a nuestros pueblos, a esos minúsculos y encantadores paraísos terrenales que tantos y tan gratos momentos nos han deparado y encaremos con valor el miserere del regreso a la rutina, pensando que la vida continúa, que las pequeñas cosas a las que hacía referencia el poeta en sus Cantares, curten el alma y nos ayudan a encarar con confianza nuestros próximos proyectos de alcanzar el éxtasis, perdiéndonos voluntariamente de nuevo, por la magia inefable de los caminos.

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