The Night of San Juan has already been left behind, which, for a few hours and marking the Summer Solstice, opens the door of the supernatural and releases into the world all that rich and diverse universe of myths and rites that have accompanied the adventure of Humanity since the dawn of time, giving rise to fascinating, wonderful and terrifying stories. The smoke from the bonfires, still hot, reminds us of the liberation of those elemental spirits, who, accompanied by their faithful allies, the witches and always according to the creative pen of Bécquer, descend from the peaks of Moncayo to reign for a few hours over the surrounding towns and people.
In Asturias, some daring will have gone to the depths of the forests, to spy on the bath of the Xanas or the Water Nymphs, with the intention of winning their love affairs or, failing that, stealing their gold combs to increase his fortune. In Soria, the chupinazo (the beginning) has sprung up and its big week begins: the one, which, described as 'little Sanfermines', determines a period of jubilation and happiness, from whose love affairs, as tradition asserts and the popular ballads confirm, will come out couples for life. Those of us who, like in San Pedro Manrique, will have burned our frustrations, breathing with satisfaction at seeing them consumed in the bonfires of oblivion. But the main thing, rites and superstitions aside, is that Spain, upon receiving the summer, dresses up as a party and tradition, during this summer period, marks that moment, sublimely sung by Joan Manuel Serrat, where the nobleman and the villain dance and they shake hands, regardless of appearance. In short: Party.
Ya ha quedado atrás la Noche de San Juan, que, durante unas horas y marcando el Solsticio de Verano, abre la puerta de lo sobrenatural y libera en el mundo todo ese rico y variopinto universo de mitos y de ritos que han acompañado la aventura de la Humanidad desde el alba de los tiempos, dando lugar a las fascinantes, maravillosas y terroríficas historias. El humo de las hogueras, candente todavía, nos recuerda la liberación de esos espíritus elementales, que, acompañados por sus fieles aliadas, las brujas y siempre según la creativa pluma de Bécquer, descienden de las cimas del Moncayo para reinar durante unas horas sobre los pueblos y las gentes del entorno.
En Asturias, algunos atrevidos habrán acudido a lo más profundo de los bosques, para espiar el baño de las Xanas o de las Ninfas de las aguas, con la intención de conseguir sus amores o, en su defecto, robar sus peines de oro para acrecentar su fortuna. En Soria, ha saltado el chupinazo y comienza su semana grande: aquella, que, calificada como de ‘pequeños sanfermines’, determina y periodo de júbilo y alegría, de cuyos enamoramientos, como asevera la tradición y así lo confirman las coplillas populares, saldrán parejas para toda la vida. Los que más, como en San Pedro Manrique, habremos quemado nuestras frustraciones, respirando con satisfacción al verlas consumidas en las hogueras del olvido. Pero lo principal, ritos y supersticiones aparte, es que España, al recibir el verano, se viste de fiesta y la tradición, durante este periodo estival, marca ese momento, cantado sublimemente por Joan Manuel Serrat, donde el noble y el villano bailan y se dan la mano, sin importarles la facha. En definitiva: Fiesta.
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