Como una fiebre, todos los días y a cada momento que podíamos,nos escribíamos sin pasar por alto alguna situación de nuestras vidas sin contarnos.
Como una fiebre, los dos ardientes hablamos por horas sin cansarnos, aguantando el sueño y trabajo para simplemente compartir lo que pensábamos.
Como una fiebre, delirábamos en fantasías y encantos que sólo imaginamos, para ser felices un momento y olvidarnos de lo real.
Pero como una fiebre, fue curando y opacando los pensamientos, desapareciendo lentamente… pero dejando rastros.
Rastros que por timidez ocultamos, pero que no comentamos, porque simplemente ignoramos.
MaR