I

Despiertas enhiesta y te bates al viento.
Lloras el rocío en sonoro silencio.
Segura, triunfante, seduces el instante,
con fragancias que reducen las distancias.

Los ocres y cobres y pétalos de seda,
apretujan y empujan los capullos por dentro.
El amor de la flor no cesará en su empeño.
Liberarse o morir es su poder eterno.

Flores o posibilidades de amores.
Flores o posibilidades de frutos.
Flores y más flores son Esperanza
y a la misma Esperanza la coronan diademas de pétalos,
atados con lánguidos sépalos,
y sus anteras son campanillas,
suspendidas por briznas de plata.

Y aunque para siempre es la vida misma,
aún para siempre es mucho tiempo.
Corta las flores para que nazcan otras;
dales tu vida y sepulta los muertos.
Y si resucitan ... todo será diferente,
como si jamás se hubiera existido,
pues tu eres el tiempo mismo
que deja huellas mar adentro.

II

Y cuando germinen las flores agarrate tan fuerte
como puedas,
aunque al brotarse las venas se rompa el pellejo.
Sin dejarte escapar por vanas ilusiones.
Sin dejarte atrapar por el poderoso y sus sueños.
Toma sólo las escibles flores y ¡Respira!
Respira hasta gastar tu cuello.
Respira hasta secar tus ojos.
Respira hasta matar lo bello.

... y sin desesperar,

... y sin por qué llorar,

... llegará.

Y brillará un día más para el último vuelo,
donde como aves heridas de amarillo y naranja,
caerán en ligero y suave planeo
las hojas secas de las ramadas.
Y desnuda pero sin frío,
y serena y dulcemente,
la última flor atraerá el silencio
y detendrá para siempre tu mente.

Y te llevarás tu historia y la gritarás a lo inaudito.

Para no lamentarla jamás.

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