Desearía ser como Job, deambular por mi camino sin quejas ni dudas. Pero mi resistencia es ínfima pues mi boca maldijo al Creador. Porque no soportó mi alma atribulada los embates de ese mar de angustias y dolores causados por hechizos pérfidos de impíos que deseaban mal por bien a mi morada. Llenándola de sombras errantes y de desesperación nocturna, ofuscaron mi mente lúcida, pariendo sueños aterradores, delirantes, gracias a su maldad penetrante e inmisericorde.
El tiempo ha hecho mella en mí, y mi resistencia se ha vuelto maleable. El fuego constante de la mezquindad retoza aun en rincones obscuros. Y no tengo amigos que consuelen penas o temores, que me inundan de pesadez espantosa, que me atosigan y demoran, poniendo puentes donde sólo un paso debería dar. Abandonado, por tanto, a presunciones locas de estratagemas y evasiones, de males autistas, que no descansarán hasta verme deshecho y avergonzado. Mi llanto está preso.
Será liberado cuando toda esa fuerza terrible haya sido golpeada, abatida por mi fe renovada. Sólo entonces podré descansar.