Él era un sueño, de esos de los que nunca deseas despertar. Sus manos en tu piel hacían magia. Y en sus besos había un sabor amargo al que siempre quisieras regresar.
Él era como un amanecer lluvioso, triste y sombrío, pero perfecto para soñarle despierto.
Él aguarda en su soledad, aunque muchas veces tenga lindas compañías de largas cabelleras, uñas rojas y voluptuosa anatomía. Ni en ellas es capaz de llenar su vacío, pero vaya que las disfruta.
Él esconde sus sombras, bajo la portada de niño malo, aunque debajo de esta sus lagrimas deslicen por lo terso de su piel cuando nadie le ve.
Él aún la recuerda, y ansía cada de día de su vida volver a sus cálidos brazos, estrecharle por su delicada cintura y recorrer una vez más sus pecas beso a beso, verso a verso.
Él regresa a sus cigarrillos a escondidas, y piensa en la tontedad de lo oculto, en un vicio que ya nadie le reprocha, aunque muera por escuchar de su voz una vez más "Por favor no lo hagas más".
Él sabe que es un amor para el olvido, pero no imagina que ella aún lo espera aunque crea ya no conocerlo.