Mi melancolía lleva tu nombre y me hace compañía cada noche que no te tengo. Es ella quien se queda en el otro lado de mi almohada como si fueran tus manos acariciando mi cabello, esa parte de mí que tanto te gustaba. Es sólo ella quien sabe cuánto te extraño. Y me observa susurrar a la distancia que te amo.
Te amo en los días sin sol y las noches sin luna. Cuando tu luz es todo lo que me ilumina y es mi amor todas las sombras que quiero darte.
Te amo en silencio o a gritos. Donde todos nos miran o donde alguna vez nos amamos a escondidas.
Te amo en cada verso que tus labios dibujaron en mi piel. Y en cada lunar donde te aprendí de memoria.
Te amo en mis días felices, tanto como en los turbios, donde nada tiene sentido, y solo el sonido de tu voz se vuelve claro como el río y me regresa a vivir.
Te amo con las estrellas de testigos.
Te amo en un café a media tarde, que no importa si se enfría, tan solo si lo bebo de ti.
Ay melancolía, triste, dulce y amarga melancolía. ¿Será realidad el día que lo devuelvas a mis brazos?
Ay distancia, estruendosa y desvergonzada distancia. ¿Guardaras en cada kilómetro un voto de amor nunca dicho?
Ay amor, que dueles, que resistes, que me matas y me devuelves a la vida. ¿Volverá mi corazón a latir cerca del tuyo? ¿Volveré a volar entre tus brazos? ¿Volveré a sentirte mío para ser tuya una vez y para siempre?
Ay vida mía, no quiero tus respuestas. No quiero morir de deseo, ni vivir esperando. Pero vida mía, tú que me oyes, tú que me observas, tú que me atiendes, regresalo a mí. Tú que sabes que cambiaría muchos de tus años por unos días de su amor. Tú que vienes y que vas, entrégale mi amor, dale eso que le pertenece.
Amor mío. Amor de mis días. Amor de mis horas. Amor de mis vidas.
Por favor, vuelve a mí. Y quédate conmigo.