.
Camino
bajo una lona desteñida
y su manto de rocío.
Camino,
solo,
sin presencia alguna a mi alrededor
(porque de muchas maneras he estado solo).
Aspiro la calma y el abandono,
me aspiro a mí mismo.
Tan solo ando,
porque andar hace bien
al cuerpo y al alma.
Reflexiono
Cabalgo mi flujo de consciencia,
y cual titán, devoro el logos de mi entorno.
Miro al cielo
y la lluvia besa mi rostro.
Imagino que eres tú.
Parsimoniosa danza,
un pie tras otro,
y el que le sigue,
no me detengo,
porque a nada debo detenerme.
Te pienso
y lo pienso todo
y recuerdo todo.
Mar que se funde al río,
sal y ácido se disuelve;
se drenan mis ojos,
se empapa mi rostro.
El lienzo se corrompe por el estruendo de Zeus,
me punza saber que he manchado mi luz:
te he mentido.
Mi boca engulle el rayo
y estalla dentro de mí
para escapar por mi garganta de nuevo.
La tormenta ya no cae del cielo,
cae de mí.
Pierdo el rumbo,
aún en el camino.
Deambulo
y te pierdo
entre el canto de los truenos
y el disfraz de mis lamentos.
Dejo que caiga y me bañe
que lave mi pasado,
que riegue mis tristezas
la impureza de la culpa en mi liviano errar.
.