.
Con el filo de mi daga te abrazo
y tu sonrisa en mis manos llueve,
a borbotones entre mis dedos;
tibia me tiñe, liviana como el éter.
La palpo,
dentadura escarlata
voraz y nostálgica,
se deshebra y revela tu traición.
Me hiere el canto de tus ojos turbulentos,
me apenan los trucos
con que has reducido mi voluntad,
titán vencido por tu rayo divino.
Tu respirar agónico hela mi dicha,
sonrisa que alaba mi ego,
corte perfecto
por la mitad de mi mundo.
Eras tú mi Perséfone
y el Patroclo de mis épicas;
mas Bruto resultaste
y devolví tu metáfora en carne.
De mí nada queda,
ni de nosotros...
Sólo tu sonrisa
eterna.
.