Ya sangró el día sus últimas plegarias,
se esfumaron sus tenues pretensiones
tras un tul de suaves movimientos,
mórbidas ondulaciones en adioses para siempre.
Bebió la noche la última gota de su copa
y rompió el áspero cristal
en el duro rostro del asfalto,
brindando por todas las alegrías pasadas y futuras,
por todos lo llantos por haber y habidos.
Y surcó el espacio nulo de colores
el recuerdo de una tibieza remota y apacible
ondulando ausencias,
cortando, en su deriva de silencio,
la frágil superficie de mi sueño,
el sueño de dormir,
el sueño de soñar.
Sonó la ronca voz de su lamento,
titilaron los fanales menguando despedidas,
y un rumor de hélices nostálgicas,
ahogadas en el mar de la inconsciencia,
se fue perdiendo
en el húmedo horizonte del pasado.
¡Adiós! goodbye!
Auf Wiedersehen! au revoir!
No hay muelles donde quedo,
no hay muelles donde vas.