Te diré a qué jugarás.

in poesia •  7 years ago  (edited)

Hola, chic@s. Mi nombre es Cary, soy venezolana... Descubrí esta pagina web por referencia de algunas amistades. Me encanta probar cosas nuevas, y ver que tal me resultan. Este escrito lo realicé hace ya algún tiempo (2 años para ser exacta), y lo publiqué en mi blog personal: makveda.blospot.com. Decidí escribirlo en futuro, ya que pienso que en futuro, se ven más bonitas las cosas. Este escrito es para recordar que siempre puede haber un amor después del último... Porque de eso se trata, de esperanzas. ¡Espero lo disfruten tanto como yo mientras lo escribía!

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¡Aquí vamos! :)

Te diré a qué jugarás.

Podré sentir lo que sentirás allí. Posarás como un niño asustado, pero no lo estarás. Tu presencia será poderosa y débil a la vez, te encontrarás viajando a otros lugares estando en el mismo sitio. Tus ojos ascenderán y descenderán siguiendo cada gesto realizado por mí, dibujando en tu memoria mi memoria. Facilitaras las horas, las harás cortas -porque el tiempo pasa volando, y tú no tienes alas, pero las tuviste alguna vez- y las canciones que resonaran al fondo parecerán repetirse.

Te diré a qué jugarás, amor. Desaparecerás en cada pensamiento que mi cabeza necia producirá –y reproducirá si lo desea- y jugaras con mis ganas de querer quererte. Te esconderás entre los árboles que dibujarán mis cabellos, y me querrás despacito entre besos y caricias. No serás luna, no, pero suavecito alumbrarás mis rincones más oscuros. A decir verdad, agradezco la comodidad que brindarás al respirar, al final lo verdaderamente honesto causa maravilla o miedo.

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Sabotearas mis sentidos al mirarme, pero los despilfarraras al besarme. Ah, es que el más caro de mis pecados ha de ser ese, posar mis labios en los tuyos sin miedo a equivocarme.
Te levantarás suavemente, dirás que debes irte, con prisa, porque llegarás tarde. “¿Llegar tarde adonde? Si ya estás aquí” preguntaré, y sonreirás. De todas las cosas malas que haré, el dejarte ir ese día será la peor de todas. Ya se habrán acostumbrado mis manos a tu cara, y mis labios a tu cuello. Ya se habrán adueñado tus brazos de mi espalda.

Entonces llegará la idea a mi cabeza de que el amor no es más que un efecto secundario de la soledad para aquellos que cuando ven a alguien, se les mueve todo por dentro… Hasta los glóbulos blancos. Y luego, nada pasa. Serás de esos amores que, pueden durar hasta 15 veranos, y 15 inviernos, pero separados. Y si, luego, nada pasa. Hay dos tipos de personas, las que sienten, y las que se sientan en un rincón observando el comportamiento de las personas que sienten… No seremos ninguna de las dos. Te irás y hasta entonces me verás pasar una y otra vez por ahí, donde sueles fumar de vez en cuando y, donde sueles también, sentarte a hacer y deshacer palabras una y otra vez. Te divertirá la forma como yo jugaré con uno de tus lunares, bien situado en la punta de tu perfilada y blanca nariz. Te divertirá oírme reír cuando digas lo bien que me veré esa tarde.

Te diré a qué jugarás, amor. No tendrás la cura, pero evidentemente no serás la enfermedad. Que descontrol. Tendrás al final de tus brazos –uno en cada uno- armas mortales, de esas que te matan directa y fugazmente. Serás más que una apuesta suicida, una de esas que pierdes incluso cuando crees que vas ganando. Tendrás en tu cara caprichos y antojos, esos en forma de labios. Tendrás en tu cabeza destellos de colores y un sinfín de titiriteros que te harán decir –y hacer- cosas que estremecerán a cualquier poeta. Nunca lamentaré ser una luz destellante para ti, pues lo que acaba fascinando al final son las sombras que se crean. Tendrás la posibilidad de hacerme volar de aquí para allá, estando en el mismo sitio. Si, una forma sutil e inocente de lanzar una piedra pequeña contra un muro lo suficientemente firme, sacudiendo los silencios y el eco de los mismos.

Si te digo justo ahora que te querré, estaría mintiendo. Si te digo justo ahora que no te querré, también estaría mintiendo. ¿Cómo explicarte? No necesitaré de ti para respirar, pero sin ti sentiré que no respiro. Volverás cuando sea la hora más oscura, cerraré mis ojos para morir, esperaré que un nuevo día abra caminos, y sólo sea el sueño nuestro único intermediario.

¡A fin de cuentas no sé quién eres, no sé dónde estás, no sé cómo te llamas! No sé nada ti, ya te he olvidado antes de conocerte. No tengo miedo a que no vuelvas, al contrario... tengo miedo a que nunca llegues.

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