Hombre de pocas palabras.

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Hombre de pocas palabras y mano firme,
he recurrido a aquellos que te conocieron
para armar tu rompecabezas.
No conocí al abuelo (me cuentan que murió iracundo embistiendo molinos).
La abuela se maquilaba mucho y hablaba poco, pero eras su morocho mimado; el otro había muerto en la cuna.
El José niño corre esquivo por los valles de Los Arroyos y Guaraúnos.
Ningún daguerrotipo pudo atraparlo.

Viajé a tu pueblo, hablé con los viejos de tu generación,
Incluyendo uno de tus hermanos (a los otros dos—y a toda su descendencia—nunca los conocí).
Él también de pocas palabras,
pero más jovial,
me contó que tardaste en caminar,
que la escuela llegó con la pubertad
y a la salida te esperaba un fusil.
No alcanzaste a conocer tu propia gente, ni ellos a ti.

Quise saber de tus amores.
Tuviste mujeres, me contaron.
Pero ni ellas supieron si las amaste.
Tus aventuras, despojadas de drama y dolor,
fueron contadas como chiste de aventurero cínico, torpe apostador.

Quise saber de tu (co)misiones.
Hablé con hombres verde oliva;
hombres de ruidosas carcajadas, gestos toscos y mirada esquiva.
Cada uno, emocionado, quiso contar algo gracioso, disparatado, tu mejor ángulo.
No se habla mal de un difunto.
A ellos también los intrigaste con tu parquedad.
Me quedo sin palpar tus cicatrices de tiempos de guerrillas.

Y así, José adulto rampla camuflajeado las montañas del Turimiquire.
Fragmentos se deslizan escurridizos en los ojos de mi infancia.
No pude conocerte mejor.
Nuestra sala, nuestro cuarto, eran centros de operaciones;
nuestro jardín un campo de entrenamiento.
Borré muchos archivos; quemé otros tantos.

Cuando José viejo quiso y pudo hablar yo ya no estaba.
Millas de distancia arrugaron el tiempo.
Y al volver ya eras un mar de arrugas,
de huesos frágiles, mirada perdida
y lengua atascada en vacios asfixiantes.
Busco desesperado en la papelera de reciclaje,
en las cenizas que esparce el silencio.
Pero todo está vacío, limpio, ordenado.
Como siempre lo quisiste.

No hizo falta pelotón de fusilamiento,
5 años de lluvia
O un ejército de hormigas.
Y como tus silencios aceleraron tu ida,
que sea este poema tu epitafio.

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