Durante años navegué por aguas tempestuosas que dañaron gravemente mi nave, hasta que descubrí las maravillas de anclar y reparar.
Aprendí que la emoción de estar siempre en travesía no es más que una incapacidad para detenerme y apreciar lo que hay en esa quietud.
Me encantan las orillas que ya conozco, voy a ellas…