Cantar era mi don, mi gracia al decir de los antiguos (un don del cielo); así como la envida y el enojo son dones del infierno. Recuerdo, estaba en el "Teatro Cabimas" y no pudo despegar mi canto, a pesar de los aplausos y las bebidas espirituosas; pudo más la envidia del Mago y entonces las piedras, mi vuelo hacia Medellín, mi muerte como la caída de un Ícaro.