Tu destino lo trazan las Parcas. Siempre quise estudiar letras, tal vez por esas charlas deliciosas que tenía con una amiga, que me aventajaba en edad y las estudiaba a su más alto nivel. Me daba a leer buenos libros, por ella conocí La República de Platón, un libro de todo y para todos. Después, mi madre me persuadió que estudiara algo breve y productivo, porque el mundo se iba a acabar en el año 1996. Entonces me matriculó en Comercio. La mayoría del grupo, mujeres muy bellas y deseosas como el dulce infierno de Boccaccio en su Decamerón. Después, comenzó mi real infierno, el curso de Taquigrafía con una simbología que espantaba a las musas, y principalmente, la Caligrafía Palmer, con sus líneas, arcos, cicloides, qué sé yo, que me llevaron a que escribiera tan mal e ilegible; y cuando quise volver a mi forma de escritura original, las que me enseñaron mis maestras, se me había olvidado todo, cómo sujetaba antiguamente el lápiz y cómo trazaba las cartas de amor que escribía para Morela. Ante tanta frustración, terminé estudiando matemáticas, ya que de por sí los números no son feos ( no importa el trazo que nos acerque a ellos), y porque las fórmulas son las más bellas expresiones del pensamiento.
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