De acuerdo a su etimología la vocación es un llamado, una necesidad o clamor que se siente desde el fondo del alma a cumplir una determinada misión o función. La vocación es altamente subjetiva y depende de condiciones naturales y ambientales.
A veces uno puede tener ese “llamado” dentro de sí y se resiste a oírlo, lo tiene acallado, u otros lo silencian con sus comentarios u opiniones, por ejemplo cuando alguien le dice al adolescente: “No estudies esa carrera, no conseguirás trabajo con esa profesión”.
En otros casos puede estar dormida y de repente se despierta ante algún estímulo, por ejemplo cuando vemos a alguien desempeñar la tarea que nos agrada y reconocemos que nos gustaría estar en ese lugar. Esto es muy habitual que suceda cuando los hijos deciden dedicarse a la misma profesión que sus padres o hermanos mayores.
Saber escuchar el llamado de la vocación del modo más objetivo posible es imprescindible, para lo cual es necesario estar entrenado y abierto a descubrir las posibilidades de nuestras aptitudes y gustos en pos de que el futuro sea promisorio.
La escuela primaria y secundaria brindan un abanico de saberes que se consideran básicos y de cultura general, dentro de los cuales el alumno debe reconocer cuáles son los que desea profundizar de modo teórico-práctico para que lo acompañen en el resto de su vida laboral.
Para identificar cuál es nuestra vocación debemos concentrarnos en pensar cuáles son aquellas asignaturas en las que ponemos más interés, en cuáles nos sentimos más interesados y curiosos y para cuál tenemos mayor talento.
La inserción laboral también es importante pero no decisiva, ya que nadie puede asegurarnos de que estudiar algo que la sociedad necesita nos hará triunfadores y viceversa, ya que si no nos gusta (no tenemos vocación) para ello, seguramente lo haremos a desgano y no será eficaz ni para la sociedad ni para nosotros.
Escuchar consejos es importante, especialmente de aquellos que ya están desempeñando la profesión para la que nos sentimos llamados, pero recordar que cada experiencia es única y cada uno la vive de modo particular. Por ello se deben evaluar los pro y lo contra alegados, y ver si coinciden con nuestra forma de ser y pensar.
Por ejemplo, si alguien desea ser maestro, y hablando con uno de ellos, éste le dice que es una profesión muy estresante pues los niños demandan atención constante y el salario es bajo, debemos reflexionar si a nosotros nos agobiaría el contacto permanente con los niños y si nuestra meta en la vida es ganar mucho dinero.
La escuela puede contribuir mucho en despertar una vocación, o, por el contrario en silenciarla. Como docentes tenemos el deber de estimular a nuestros alumnos a encontrar las actividades que los enriquecen, que los completan, que los hacen felices, aún cuando no coincidan con nuestros gustos y expectativas.
Si durante una clase de Lengua, Matemática o Ciencias, el profesor advierte que un alumno está muy concentrado haciendo un hermoso dibujo, no debe centrarse solo en retarlo por estar distraído en esa tarea, sino que además de explicarle que no es el momento oportuno, podría alentarlo a que asista a talleres de arte, o incluso, si es posible, integrar a la propia asignatura el interés del alumno, por ejemplo, haciendo que ilustre el tema dado con dibujos.
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