Internamente temblaba horriblemente y estaba a punto de ponerme a llorar con histeria mientras me obligaba a acercarme a Leonardo, que sentado en medio de dos compañeros, mordía un cachito.
- Hola, – expresé con un esfuerzo que nadie en su sano juicio hubiese creído. Inevitablemente mis ojos se humedecieron, aunque todas esas emociones parecían estar ajenas a mí. En ese momento sólo esperaba que ninguno de los tres chicos que me miraban reparara en ello. Proseguí forzando una media sonrisa como si todo fuera de lo más normal, sin duda lo era, solo para mi mundo interno lo que ocurría en ese instante era insólito, violento y traumatizante - ayer no escuché lo que me decías mientras tomábamos el refresco, es que me distraje y... - observé que los compañeros que lo rodeaban lo miraban con una sonrisa maliciosa mientras bromeaban disimuladamente dándole con el brazo. Reparé en que él me miraba sorprendido, un golpe por la espalda dado por uno de sus compañeros lo hizo reaccionar e incorporarse.
- Ah, sí claro! - añadió rápido – en realidad no era nada de importancia.
- Temí que te quedaras con una mala impresión por no haber respondido a lo que me decías.
- No te preocupes, la verdad es que ni tiempo te di a responder.
- En eso sí creo que tienes razón – sonreí más ampliamente pensando que las cosas no estaban resultando demasiado difíciles.
El timbre que indicaba el comienzo de una nueva hora de clases pareció darnos una excusa perfecta para no proseguir una conversación que se tornaba algo forzada. - Debo entrar a clases – dije a modo de despedida.
- También yo – dijo rápido mientras sus compañeros se incorporaban del banco donde permanecían sentados.
Sonreí despidiéndome, no sé si reparó en que mi sonrisa era forzada y me encaminé hacia el pasillo donde estaban las aulas. Caminé deprisa para alejarme de ellos, tenía hora libre por lo que había mentido, volvería al patio cuando ya todos estuvieran dentro de sus aulas.
Al rato permanecía sentada en un banco hojeando el libro mientras transcurría la hora libre, cuando lo vi entrar por la puerta que daba a la calle, quise ocultarme, pero era demasiado tarde, ya me había visto. Mientras se acercaba a mi tuve que prepararme para proseguir lo que ya había emprendido. Acomodé mi expresión y lo esperé con una sonrisa amistosa.
- ¿No tuviste clase? - me preguntó cómo alegrándose de tal percance.
- Tenía hora libre, pero no me acordaba – respondí, aunque no era la respuesta que pensaba darle - ¿Y tú?
- El profe no vino y salí a comprar algo al frente.
- Entonces nos toca esperar a que concluya esta hora – dije por decir algo. Ya se había sentado a mi lado y me miraba con insistencia.
- ¿Sabes? Te veo extraña.
Hice una pausa antes de responderle. - ¿Extraña? ¿Por qué?
- Nunca te había visto así.
- ¿Así como? - indagué sin perder mi sonrisa con una especie de mueca.
- Siendo amistosa, hablando, sonriendo.
- No tienes base para decir eso, nunca nos hemos tratado demasiado y es el primer año que estudiamos en el mismo instituto. Tú eres de aquí y yo del interior. Solo nos veíamos esporádicamente.
Me había apresurado un poco a explicarme, así que lo miré. - Es cierto que soy poca comunicativa – le aclaré.
- De eso estoy seguro, eres la chica que más llama la atención y la más inaccesible.
Me azoré un poco por lo dicho y lo miré seriamente. - ¿Qué dices?
- Eso, los muchachos están locos por acercarse a ti, pero nunca han podido, no te haces accesible. Les dije que éramos primos y ahora me atosigan para que te presente con ellos.
Era curioso, pero nunca había reparado en ello. Por un instante me sentí como las demás. - No me he dado cuenta de ello.
- Creo que ese fue siempre tu problema, nunca pareciste darte cuenta de nada.
Me incomodó un poco esa respuesta, pero no lo dije. Volví el rostro sabiéndome observada con insistencia. - ¿Quieres que demos un paseo?
Lo miré pensando negarme y alejarme de él y de todo, pero no era eso lo que había decidido. - Está bien, – me encontré diciendo – pero te advierto que no soy buena compañía.
- Tu presencia basta – agregó sonriendo satisfecho mientras se incorporaba y juntos nos dirigíamos a la salida.
Es verdad que no cruzábamos casi palabras, pero aun así nos sentíamos unidos, al menos por mi parte sentía que nos comunicábamos.
No pensábamos ir muy lejos, y sin embargo, nos vimos tomando un pequeño bus. Miraba a través de la ventana consciente de que él miraba mi perfil. Llegamos a la plaza ignorando el hecho de que a esa hora debíamos estar preparándonos para entrar a clases. No vi cuando lo escribió, pero me sorprendió cuando me cedió un pequeño trozo de papel en el que pude leer el inicio del poema de Pablo Neruda.
“Me gustas cuando callas porque estás como ausente...”
Me agradó y esta vez mi sonrisa fue espontánea al alzar el rostro para encontrarme con su mirada. Pareció adivinar que quise decir algo, pero que no me había atrevido, por lo que me apremió. - ¿No dices nada?
Dude un instante antes de decidirme. - Es lo más hermoso que me han dicho en mi vida.
Su sonrisa fue suficiente para darme a entender que todo estaba perfecto.