“Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: “la noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”.”
Siempre tendré presente estos versos, que no solo son algunos de los versos más conocidos del poeta Pablo Neruda, éstos son los que me mostraron el placer de la lectura. Todo empezó cuando los escuché en un programa literario, grabé el programa y luego investigué de quien eran tan exquisitas palabras que conmovieron todos mis sentidos. Hasta llegué a ir a la biblioteca para seguir alimentando mi imaginación con su poesía. Poco a poco mi amor por leer un libro fue aumentando, empecé a preferir un buen libro en vez de los tontos programas de televisión que poco sentido tienen, gracias a esto mi gramática mejoró razonablemente al igual que mi vocabulario.
En estos días me puse a reflexionar y me dí cuenta que cada vez los adolescentes recurren menos a los libros, los trabajos de investigación se realizan en base a páginas de Internet o todo el trabajo es fielmente copiado de este medio, ya pocos van a investigar a una biblioteca, es claro que es mucho más fácil ocupar el buscador de Internet que estar leyendo los índices de cada libro. Pero eso no es una ayuda a la educación sino un acercamiento mas preciso al ocio y la haraganería.
Pocos saben apreciar un texto y ni hablar de analizarlo, en los colegios hay un claro ejemplo a la hora de realizar comprensión de textos, si la pregunta no esta explícitamente elaborada de forma tal que sea fácil encontrar un párrafo que la responda cuesta entenderla y los alumnos optamos por contestarla cuando otro ya realizo el trabajo.
¿Tan difícil puede ser dedicarle unas horas al viejo hábito de leer? Cuando la televisión, la Internet y los videojuegos no estaban de moda no había nada más divertido que sumergirse en la lectura y volar con la imaginación por los lugares que describían los escritores. No necesitaban de una novela con enredos románticos en donde la empleada pobre siempre se termina quedando con el jefe, nuestros abuelos y tatarabuelos se conmovían al leer, cuando se compenetraban con el autor al captar los sentimientos que éste quería transmitir a través de sus obras. Un lector no se encuentra con un autor ni con un libro cuando lee, sino con la más trascendental de las todas la invenciones humanas: la escritura; pero ¿que sería del placer de escribir sin el placer de leer?, los escritores no seguirían escribiendo si notaran que sus escritos no llegan a nada, tal como lo sugiere Platón en “El Fedro”, “escribir es un acto contra el olvido, siempre y cuando lo que se escriba quede impreso en los vericuetos del alma”.
Leer no es sólo saber que la consonante “m” con la vocal “a” forman la sílaba “ma”, y esta, pronunciada dos veces, la palabra mas usada mamá. Leer no es solo una actividad, leer es un acto de creatividad y valentía, de saber descifrar los pensamientos, terquedades, simplicidades y trampas del autor. A través de la imaginación leer nos convierte en héroes, en negadores del olvido y profetas del recuerdo, manteniendo en el presente la obra; venciendo miedos y curiosidades.
Para concluir lo mas importante es NO transformar el libro en un instrumento de tortura, en un permanente presagio de trabajo extra o actividades serias, debemos hacer madurar el deseo de leer en los niños y serán ellos mismos los que luego nos pidan libros. Desde niños enseñemos, mediante el juego, a entrar en contacto con los libros y tratemos de que asocien lo menos posible una lectura a un trabajo extra. Busquemos la forma de generar personas capaces e inteligentes y no seres que viven en el ocio y disfrutan llenando sus mentes de burdos programas de televisión.