¿Felicidad o momentos felices…?

in reflexiones •  7 years ago 

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Existen silencios que gritan, secretos que no deben ser revelados. Ausencias que revelan presencias que pasan desapercibidas. Traiciones que dan la sensación pública de fidelidad blindada. Debilidades que en lo más profundo del alma son fortalezas inquebrantables.

Durezas en el rostro, que no son más que la más cruel de las cobardías humanas. No todo en el mundo es lo que parece, ni siquiera en muchas oportunidades lo que aparenta ser se parece a la realidad. Asistimos a un mundo complejo en el cual lo verdadero se junta con la ilusión y muchas veces se diluye en un mar de falsedades.

Sólo existe un camino para la verdad, ese es Cristo, lo demás es accesorio y superfluo. Hoy cuando nuestra realidad está marcada por unos determinantes sociales tan graves que la paz se ve comprometida por la ausencia de fe, no queda más que reinventarnos como comunidad y asumir que los cambios del entorno deben partir desde adentro. Quizá lo más difícil es vencer nuestros propios miedos y aprender a vivir según sean los designios divinos.

Vivir es ser feliz; es sentirse pleno con cada respiro de nuestra existencia, es ver estrellas cuando se hace el amor; es sentir orgasmo cuando se come un platillo casero preparado con amor; es contemplar el sol con ilusión, aunque esté nublado; es sentirse honrado de llamar amigo a alguien que realmente se lo merece, porque te ha dado el honor de ser considerado como tal; es hacer planes para dentro de un año teniendo la confianza en que Dios te regalará esos trescientos sesenta y cinco días para existir.

Vivir de otra forma, sin cumplir esos requisitos es obsceno y estólido porque es simplemente respirar y no hay nada más cierto que las palabras de Ruben Dario:
“No son los muertos los que en dulce calma la paz disfrutan de su tumba fría,
muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía.”

Más de uno de nosotros tiene muerta el alma y vive todavía, quizá cueste reconocerlo pero es ese el primer paso para resucitar, para entender que es a través de Jesús que se puede renacer porque solo a la luz de él se podrá descubrir que vale la pena vivir. Desde hoy tratemos de ser felices, miremos la vida en el vuelo de una mariposa; en la sensación del viento golpeándonos el rostro; en la hermosura de un bebe sonriendo; en la entrega de los cuerpos de los amantes que se encuentran ansiosos por ser una sola carne, a la menor posibilidad de juntarse; en la comida de la abuela; en el abrazo del hermano o en la sonrisa maravillosa de un hijo.

Seamos felices, existen miles de razones para serlo, pero sobre todo seámoslo tratando de demostrarle a quienes decimos amar que somos capaces de hacer lo posible para que sea feliz, porque en el amor hacer feliz al otro es serlo tú. La felicidad es un concepto extraño, variable, inverosímil, abstracto, pero extrañamente concreto y vital, algo tan raro que el mundo entero lucha por lograr alcanzarla, pero que muy pocos lo logran.

Por temporadas la felicidad parece estar en metas que al alcanzarlas parecen no tan certeras como satisfactores de tus necesidades para ser feliz, pero es precisamente en esa búsqueda de ir haciendo planes y planteándose metas en lo que consiste la felicidad.

Ser feliz es amar y sentirse amado; es sobre todo tener un propósito en la vida; es constituirse en un auténtico buscador de la fuente mágica de la felicidad, no es contemplar el arcoíris, sino tratar de encontrar el tesoro al final del mismo para vivir la aventura a plenitud. El mandato amigos míos es: Ser felices, sin importar el precio, con la única condición de que Dios este primero en ese propósito.

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