El mundo en el que vivimos se ha convertido en un monstruo voraz que es insaciable y sólo se alimenta de dinero, instándonos en todo momento a consumir absolutamente todo, más allá de nuestras necesidades. Su maquinaria nefasta nos ciega hasta tal punto que nos es imposible saber si aquello que estamos consumiendo nos es necesario o no. De esa manera, descuidamos en muchos aspectos la palabra del Señor y una filosofía de vida básica que es constantemente pasada por alto: vivir en la sencillez, preocuparnos sólo por todo aquello que necesitamos y no por todo lo que queremos, dando valor al crecimiento espiritual en Cristo y no a la abundancia material.
La palabra de Dios nos recuerdan que los bienes del mundo son temporales, pero las bendiciones de Dios son eternas y no pueden ser destruidas. Entonces recordemos la importancia de que es mejor trabajar para obtener bendiciones eternas del Señor más que codiciar todo aquello que es material.
Pidamos hoy a Dios que llene nuestra vida con lo eterno. Oremos porque nos de sabiduría para anteponer el crecimiento de nuestro espíritu a los bienes materiales del mundo