4x4

in relato •  6 years ago 

Me gustan los autos, lo que no me gusta son los accidentes de tránsito que involucran autos.

Me gustan las casas grandes con escaleras, lo que no me gusta es mirar hacia las escaleras cuando la penumbra de la noche y la ominosidad de la falta de luz en los pisos inferiores, parece apoderarse de ellas tal cual como si fuera un parásito.

No tengo manera de relacionar ambas cosas, salvo por un capítulo de mi vida, que como tal, no puede ser llamado capítulo, ni tampoco, debería pasar a ser parte de mi vida, porque no fue mas que una pesadilla.

Otra de mis pesadillas, pero necesito que alguien mas las conozca, necesito que alguien mas sepa de ellas, que existen, que están ahí. Que en algún momento, alguien las vio, aunque fuera en forma de sueño.

Tuve una casa grande, muy grande, talvez, la mas grande en la que haya vivido alguna vez, no lo sé. Eso se puede debatir, pero recuerdo recordar no haberla valorado lo suficiente como para entender en la realidad del país en la que vivo hoy en día, que esa casa, era una gran casa, y que yo daría lo que fuera por poder optar por una casa de ese estilo hoy en día, por mis propios medios.

Viví en ella desde que tuve uso de razón para empezar a recordar cosas, y quizás incluso, antes de eso, hasta que cumplí los 8 años y cerca de cumplir los 9, mi familia tuvo que trasladarse de residencia por el trabajo de mi papá. Hasta entonces, lo que recuerdo, es una gran casona de dos pisos, con un estacionamiento para al menos 20 vehículos bien repartidos en forma de L, con una gran palmera o conjunto de ellas aglomeradas en una esquina. Una sala de estar, un comedor, una cocina, un cuarto que mi padre utilizaba como estudio, un almacén, que vendría siendo el sótano de los hogares venezolanos y unas escaleras que se escudaban con un conjunto de redes que cubrían el segundo piso, en el que descansaban tres habitaciones y dos baños. Mucho mas de lo que una familia de tres individuos, sin ningún perro necesita.

Yo veía esa casa como algo trivial, en medio de mi mente infantil, y empoderaba mas otras latitudes, como el hogar de mis abuelos en Barinas o en Mérida o la casa de mis amigos opulentos en cualquier otra parte de Valencia. Podía estar tranquilo gran parte del día siempre y cuando no cayera la noche.

Y siempre y cuando esa noche, no cayera conmigo rezagado en el piso de abajo.

Uno de mis grandes temores, verán, era quedarme solo en la casa, quedarme solo en la calle. Quedarme solo en cualquier lugar, sin la supervisión de algún adulto que pudiera vigilarme y dar fe de que yo estuviera bien. Una vez, mis padres cerraron la puerta de la casa conmigo adentro por error, cuando nos preparábamos para salir a dar un paseo y recuerdo que fueron los 30 segundos mas ansiosos de mi joven vida, hasta ese entonces. No tendría yo mas de 6 o 7 años, y hago paréntesis, porque me cuesta escribir eso sin sentir un nudo en la garganta y un apretón de nostalgia en el estómago.

Como quisiera volver a ser niño.

Como quisiera volver a sentir ese miedo irracional a la oscuridad que manaba del fondo de las escaleras durante la noche o incluso durante la tarde.

Como quisiera volver a estar recostado en mi cama, mientras sueño y percibo a un Antonio mucho mas joven, mucho mas infantil, levantarse de su cama, y dirigirse hacia las escaleras.

Bajarlas por algún motivo, y luego volver a subirlas lentamente, hasta quedarse sin fuerzas en las piernas, sin ningún motivo que pueda explicarlo.

Como quisiera que la mitad inferior de mi cuerpo se quedara sin energías para poder seguir, y que la puerta que enmarcaba la entrada al segundo piso se cerrara y yo no tuviese la habilidad ni la destreza para poderla volver a abrir.

Como quisiera que mis gritos ahogados de infante, se acallaran a causo de los rugidos mecánicos de un motor, que no debería estar al pie de las escaleras, y de un par de ojos gatunos que alumbran la pared, como si fueran focos incandescentes de algún faro lejano, y que poco a poco agrandan su área, a medida que un monstruo metálico, avanza torpe e imposiblemente por las escaleras buscando alcanzarme.

Como quisiera que esa camioneta 4x4 volviera a intentar devorarme, poder recordar con mas nitidez su movimiento ladino en el rellano y su manera casi personal y cósmica de desear mi carne infantil, en medio de su fría e inexpresiva carcasa antropomorfa.

Como quisiera volver a soñar ese momento.

Porque así, de alguna manera, creería que he vuelto a ser niño.

Y que los miedos que tengo ahora, habrían desaparecido.

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