Me desperté agitada por una pesadilla que me perseguía y me atormentaba durante toda la vida, en ella mi padre me mantenía cautivo en un sótano, no la veía como producto de mi imaginación, sino, como un hecho real.
Aquel lugar lo mantenía siempre con una luz tenue, olía a esas casa viejas, abandonadas, lo que me hacía sentir confundido, no lograba identificar el sitio quizás porque alojaba muchas cosas , como insumos médicos, frascos, cajas, libros , un estante con trajes y una mesa con juguetes sexuales.
Di una mirada a una de las esquina, estaba una mujer sentada en una silla disfrazada de payaso observándome profundamente como algo sobrenatural mientras fumaba un cigarrillo y sostenía con su mano huesuda una taza de café.
Y allí en la mitad de ese salón, estaba yo en una cama amarrado esperando al violador y torturador de mi progenitor, esto me hace vulnerable e insano, aquella situación pronto despertó en mí el deseo de matarlo.
Divagando entre la realidad y la fantasía despegue el cuerpo de la cama para tomar una ducha y quitarme todo residuo de evidencia del día anterior, porque nadie entendería que libere a esa joven de su agonía, sabía que pronto encontrarían su cadáver, indagarían sobre aquella muerte, estaba seguro que no me relacionarían con el caso, porque esa noche estaba bien cubierta ya que hacía mucho frío llevaba guantes, gorro, chaqueta, pantalón y unas botas, y la mejor ventaja de todas era que no me conocía, saldría limpia de todo, hasta entonces era lo que pesaba.