“Ambos debemos morir a la vez”, le dijo él a ella. “Recuerda que fue nuestro sagrado compromiso ayudarnos el uno al otro, el otro al uno”, repitió.
“Sí, pero amo a otro y mi compromiso ahora es con él”, respondió, agregando, Debes morir solo. Sin embargo, por fidelidad a cuanto nos dijimos, mi deber es ayudarte”.
El ingenuo hombre la escuchó sorprendido. Ella caminó hasta la gaveta del nochero, extrajo el revólver, lo miró y con un poco de compasión apuntó bien. Ambos sonrieron.