Lucía decía no estar lista para contar su historia. Me ha pedido ayuda para mostrarla y ha sido el trabajo más difícil de mi vida. Es imposible no dejarse permear por ella, por ambas.
Al momento de nuestro encuentro quedé impactado por la belleza de su presencia entera, no solo la visual, toda ella genera un campo magnético alrededor que altera todos los sentidos. El tono de su voz sonriente y agradable. Su olor, el sonido de sus pasos firmes y fuertes, el contacto que toma mi mano y me abraza sin pedir permiso, solo porque así lo siente. Hasta mis papilas gustativas se dilataron sin comprenderlo mucho.
Forcé un carraspeo para aterrizar y sin pausa me sugirió seguirla hasta una terraza familiar para mi por sus fotos en redes sociales. El lugar estaba lleno de paz, se escuchan los pájaros, huele a naturaleza. El sol iluminaba su cara y se veía realmente hermosa.
Traía un libreto para nuestra conversación, mi estructura y guiones acostumbrados, pero todo eso quedó en segundo plano. Comenzamos la conversación cuando le pregunté por aquello que la motivaba a mostrar su historia.
- Todos estamos rotos. Algunos trabajamos en nuestra propia evolución porque venimos al servicio de ayudar a otros a reconstruirse, mostrarles con hechos lo que es posible para que encuentren sus propios posibles.
- Yo no estoy roto. Bueno… si, me he caído. En fin, ¿Cuál es la historia que quieres contar?- Dije un poco incómodo.
- La mía y la de muchas. Me pertenece y pertenece al mundo. Es densa, debo advertirte que te tocará inevitablemente. Entrará en tu alma y algo se quedará allí para siempre. Como una semilla, crecerá lo que tú pongas en ella al escuchar esta historia.
- Bien, mi forma de trabajar es… - Ella me interrumpió levantando su dedo índice.
- Esto solo funcionará si fluye desde la autenticidad. Yo te contaré y tu escribirás luego lo que escuchaste. Ya lo he intentado antes y si le metemos técnica se dispara mi miedo a mostrarme, a no cumplir con el estándar.
Ella no parecía una mujer que tuviera miedos. La fuerza brota por sus poros, y al mismo tiempo una ternura que envuelve. Convencido de que al final volveríamos a mi manera, la dejé continuar asintiendo con una sonrisa ya con más ganas de escuchar la historia que del propósito inicial.
Cerró sus ojos y tomó una respiración profunda. Puso sus manos en su pecho, bajó la cabeza aún con los ojos cerrados. Supuse que estaba rezando o quizás recitando una especie de mantra que están tan de moda. Después de unos segundos me preguntó:
- ¿Por dónde comienza una historia? No, no es por el principio. Esta historia comienza es por mi despertar. Antes de eso no existía aunque estuviera transcurriendo. Fue cuando desperté que comencé a mirarla y a cambiarla. Así que tampoco terminan en el final. Eso sigue cambiando a medida que cambia mi forma de interpretar la historia. Para no complicarte demasiado, tu sabes más de eso que yo, te contaré y luego decidiremos dónde empieza y dónde termina en tus términos. ¿Te parece bien?
Asentí un poco confundido sin demostrarlo. Decidí sacar mi cuaderno y al más viejo estilo tomar apuntes a mano. No se bien como explicar el poder del encanto de esa mujer, sucedían cosas en mi sin yo saberlo y me lo estaba disfrutando.
Encendió un cigarrillo. Me sorprendió que una mujer como ella fumara. Mirando hacia el paisaje que nos rodeaba comenzó su historia.
- Mi alma nació rebelde. Los golpes de mi padre me fueron amedrentando. Fui una niña tranquila, no porque así fuera o no me provocara hacer travesuras sino por miedo. A los 5 años celebré en silencio el momento en el que la policía se llevaba a mi papá, pensé que se había acabado la pesadilla, sin embargo unos días después me mandaron a vivir con mi abuela.
- ¿Por qué?
- No lo supe. Hace pocos años mi mamá me explicó lo difícil que fue para ella retomar su vida y mantenernos a mi y a mi hermana, que si vivía con ella. Me pidió perdón y reconoció que pudo ser distinto. Ahora sé que siempre hizo lo mejor que pudo.
- ¿Qué tiene que ver eso con la historia? Pensé que hablaríamos de lo que sucedió con tu hija y…
- Todo y nada. El inicio o el final. Una parte que delimitó el camino, parte de lo que me ha hecho ser quien soy quien seré. - Dijo ella interrumpiendo mi intervención - fue el origen de las máscaras, de la manera equivocada en la que aprendí a amar.
La pausa dio pie al primer café. Recordé cuando yo era niño, viví siempre con mi madre y mi padre. No podía imaginar lo que pasaría conmigo si me hubiesen alejado de ellos alguna vez. Agradecí no haber sido golpeado nunca, aunque sí tuve una cuota de sufrimiento.
- ¿Qué quieres mostrar con tu historia?
- Vinimos al mundo a ser felices y expresar nuestro potencial humano, la grandeza que somos. El sistema ha matado nuestra esencia con una cultura que nos llena de sufrimiento, nos separa de lo que somos por una sencilla razón: poder. Un ser humano que mata su esencia y vive la vida de otro es un esclavo que consume. La libertad requiere del coraje de ser tú mismo.
- ¿Para qué quieres hacerlo?
- Cuando dos historias se encuentran puede cambiar el rumbo. Quiero que encuentren su historia con la mía porque todos somos uno y que desde su propio camino la puedan transformar, elegir el rumbo a tomar donde sus aguas corran limpias y claras aún en la turbulencia. Si yo lo recibí, no puedo quedarmelo. En el dar crecemos todos. El sufrimiento humano me duele y si siento que puedo hacer algo, lo haré. Por más mujeres despiertas, rebeldes con causa y protagonistas de su vida.
Me quedé sin palabras. Tenía la sensación de que estaban cambiando cosas en mi que no podía explicar, solo quería seguir escuchando. ¿Podré narrar esta historia? ¿Cómo transmitir la fuerza que ella inspira? yo no la tenía y estas preguntas comenzaban a revolotear en mi cabeza. Le pedí que siguiera esta vez sin interrumpirla.
Esta es la historia de una flor de loto. Nació flor, el barro la nutrió y ahora muestra su belleza.