Hansel y Gretel, dos hermanos de nueve y ocho años respectivamente, se extravían en un bosque. Llora Gretel asustada, trata el hermano de consolarla dominando su propio temor.
¡Nos comerán los lobos, Hansel!
No hay lobos acá, Gretel.
Pues nos comerá cualquier animal salvaje o moriremos de hambre.
Escuchan entonces el inconfundible sonido de cascos sobre el suelo y entre la espesa vegetación ven salir una figura: un anciano delgado vestido de armadura quien monta un caballo mucho más flaco que él, al ver a los pequeños exclama:
¡Duendes del bosque, no me atemorizaréis! ¡Preparaos para la lucha que ganaré en justa lid!
¡No somos duendes!
¡Sólo somos niños!
Estamos perdidos.
Esta última frase, dicha por Gretel, se ahoga en un sollozo.
- ¡Subid a mi cabalgadura, os haré llegar sanos y salvos a casa. Otra proeza qué contar a mi hermosa Dulcinea!
Con dificultad y ayudados por el anciano suben al famélico jamelgo.
Soy Hansel, ella es mi hermana Gretel ¿Cuál es su nombre, abuelo?
No soy abuelo, aún soy doncel. Llamadme Don Quijote, vengo de La Mancha en busca de aventuras.
Llegan pronto a una casa de chocolate.
-¿Es este vuestro hogar?
No, pero déjenos bajar a comer un poco. Esa choza hecha de dulce calmará nuestro apetito.
Claro que no, rapazuelos, respetad lo ajeno, sed honestos siempre ¡Eh, los de la choza!
A sus gritos sale una bruja. Don Quijote la convence para que con su magia les muestre el camino a casa de los niños.
Así puede llevar a los pequeños a brazos de su madre y se aleja satisfecho por el bien realizado.
FUENTE
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Felicitaciones un cuento bien fusionado. Éxito. Dios la bendiga.
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