Las nauseas como las emociones son de una misma especie. La mierda y la vida también.
Hace días quise comprar una rosa y la señora de la tienda me preguntó si le quitaba las espinas. ¿No es acaso un disparate? Si le quita las espinas ya no será una rosa, le dije. Me miró con esa cara recriminatoria con que nos ven las madres cuando tratan de llamarnos zoquetes en público sin pronunciar una palabra...
Me pregunto cuántas veces la gente no nos pedirá sin espinas, no deseará que "alguien" nos quite las espinas, pero deseando que sigamos siendo rosas.
La sociedad nos prepara para un modo mediocre. Nos enseñan a esperar, a exigir lo mejor, lo de calidad, lo nuevo, lo original, lo raro, lo único para así poder alardear de ser "especial", de tener suerte; nunca nos enseñan a aceptar, a no menospreciar, a vivir. Se empecinan en que debes tener un carro, aprender a manejarlo, pero no te enseñan que la esencia está en el viaje, en el cómo se hace y no en el ruido o la marca del motor.
"Si le quito las espinas -explicó la señora con una falsa indulgencia- no te pincharas las manos".
Hace muchos años -le dije, objetando su acotación- tuve un perro que había perdido un ojo. ¡Lo amaba, en serio que lo amaba! Cuando lo encontré sentí mucho pesar, así que lo cuidé hasta que sanó del todo. Lo llamé Cíclope. Nunca pude descifrar su raza, pero eso no me importaba, lo amaba de todas maneras y un día supe que lo hacía por ser un perro con un sólo ojo. Yo nunca le habría pedido a nadie que le sacara ese ojo para poder amarlo. ¡Qué horror! Sólo lo acepté, así como acepto que la rosa debe tener espinas, la gente defectos y yo problemas existenciales porque, de qué otro modo podría aprender algo, por ejemplo que la mierda, aun siendo algo despreciable, sirve de hogar u alimento a otros seres vivos... Ella no entendió nada. Para ella, como para el aviador de una vieja novela, las espinas sólo eran maldad de las flores.
Camino a casa la rosa me pinchó par de veces y sangre todo el trayecto. Recordé cuan frágil son los teoremas de la existencia, pero en el fondo me agradecí haberme regalado una rosa.
Retraviezo