El dolor como una entidad nosológica existe desde principios de los tiempos, y como no, si el dolor nos hace saber que estamos vivos y de igual forma es un mecanismo de alerta, consideramos entonces que es una respuesta fisiopatológica ante el daño, ahora bien, el daño entendido como todo aquello que produce lesión directa o indirecta de la integridad corporal, mental o emocional y porque no, espiritual.
Siendo así, vemos como el dolor abarca un gran espacio, en el concepto de vida. La vida, viene del latín vita, que procede del vocablo griego Bios e implica nacer, crecer, metabolizar, responder a estímulos externos, reproducirse y morir.
Aún más, a este concepto de vida pudiéramos añadir la respuesta a estímulos internos, porque cada pensamiento que tenemos genera una respuesta corporal que nos hace sentir bien o por el contrario que nos genera dolor.
Etimológicamente dolor proviene del latín dolor – ōris, actualmente concebido por la Real academia Española como una sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior, o bien, como un sentimiento de pena y congoja.
Esta definición nos lleva a entender la profundidad del dolor, porque no solo se refiere a una respuesta etiológica del plano físico sino también al plano mental y emocional.
En las civilizaciones antiguas tales como la Primitiva, Sumeria, periodo mesopotámico, Siria, antiguo Egipto, indígenas americanos, el dolor era visto como un efecto demoníaco, causado por la posesión de espíritus demoníacos o malignos, el carácter espiritual que revestía, los llevaba a tratarlo con exorcismos y con medios físicos, a través de rituales, que los adormecía para dejar de sentir dolor, de allí se conocen los primeros efectos analgésico del opio, y se puede hablar de los inicios de la anestesia.
La biblia nos habla en su libro Génesis sobre la creación, y de cómo Eva fue castigada, por cometer el pecado original, a parir con dolor, de allí podemos inferir la visión del cristianismo con respecto al dolor, como un Castigo de Dios al hombre, por no seguir su dogma. Y si ahondamos un poco más en el cristianismo vemos como el dolor es concebido como una forma de lavar las culpas, medio de purificación y redención, lo cual promovió el martirio y el sufrimiento voluntario.
Científicamente el positivismo ha intentado descifrar el dolor y darle una escala para su medición, escala análoga del dolor, y muchos otros test que intentan objetivar la percepción del dolor en la persona, sin embargo, dichas escalas no dejan de ser subjetiva, por lo que debemos entender el carácter subjetivo del dolor y como su percepción en el individuo, corresponde a temas biológicos, religiosos y culturales.
Con respecto a este último, podemos decir que cada cultura concibe el dolor de manera diferente, así vemos a las etnias indígenas cuyas formas de parto, están siendo simuladas por las culturas urbanas como una forma de parto humanizado, para disminuir la visión dolorosa que se tiene del parto, y que ha conllevado cada día más, al intervencionismo quirúrgico.
En este mismo orden de ideas, también podemos observar como el factor psicológico juega un factor predeterminante en cómo se percibe el dolor, por ejemplo los afroamericanos tiene mayor sensibilidad al dolor, por una predisposición al miedo y a la tensión que en ellos produce, sin embargo, si nos vamos hacia atrás en la historia y recordamos como esta raza fue sometida durante la esclavitud al dolor flagrante de la tortura, podemos entender esta predisposición a sentir dolor, y esto nos hace un llamado de atención hacia lo que es la memoria genética, tan hablada en los últimos tiempos por el estudio fenomenológico de la constelación familiar. Todo ser vivo que cuenta con un sistema nervioso es capaz de sentir dolor físico, ya sea por una causa exterior o interior, esto desencadena una serie de eventos, activación de neurotransmisores, receptores y stress biológico, que forman una respuesta.
Sin embargo, como ya se mencionó, el dolor también puede ser emocional, como por ejemplo la reacción de duelo, o espiritual en el caso de la tendencia a volver a los orígenes del pensamiento aristotélico en el que la debilidad del espíritu por la disrupción del equilibrio emocional conllevaba a la enfermedad, el alma rige al cuerpo, con el solo objetivo de deshacerse de él.
Son muchas las teorías a través de las cuales se intenta descifrar el enigma del dolor, ahora bien, lo que si es cierto, es que detrás de él hay una sensación de vació de no tener nada mas que el dolor, que se arraiga dentro del ser y no deja espacio a otro sentimiento. El dolor físico, mental, emocional o espiritual es justamente el vació que absorbe todo, como un gran hoyo negro y no deja nada mas en que pensar. Entonces, si comenzamos a llenar ese vacío con todo lo que nos llena el alma, esos detalles de vida que nos hacen felices, y con todo aquello que amamos, comenzaremos a simplemente no dejar espacios vacíos.
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