Amicus meus, gaudete et laudete.
Siempre ese gozo que proviene del bien común, del bien que sale de uno para el otro, aquel que se niega y se encuentra en el otro sin perderse porque se encuentra, la amistad era algo tan común, era de lo más común que lo amigos o discípulos de Jesús se les conoció así, los grandes pensadores Griegos de la moralidad o religiosidad antigua, tenían un afecto y predilección por las formas de amor, y derivaciones de la amistad. Incluyéndose en la tradición cristiana más remota con la Ley del Amor, aquello que inserta en la Historia de la Salvación el proyecto de Cristo y como a través de la esposa fiel: la Santa Iglesia Católica ha perpetuado esto que se prefiguraba en la historia de la salvación, estamos entrando al Domingo de Ramos, donde muchos de estos momentos los meditaremos, creyentes, amigos y no creyentes. Porque, por que el dolor y sufrimiento y recorte de nuestra libérrima libertad que nos empieza a cuestionar la moralidad de la misma, como enfrentada con el eterno Otro: Dios, mientras muchas veces nuestra libertad no sale ni de nosotros mismos: el Viernes Santo junto con todo el Triduo, es la muestra amorosa del amigo que nunca falla y lo deja todo, hasta la vida y la última gota de sangre. Personajes a montones, pero muchos son los traidores, esperemos que independientemente de cómo entremos a esta semana, las salidas sean más cercanas a las figuras de la fidelidad de la resurrección y arrepentimiento, y no de posturas traidoras y cómplices de aquello que nos liberó, el sacrificio del Cordero, de cargar nuestras iniquidades, cargó el peso de nuestros pecados, como lo cantaba Isaías... no cantemos más su dolor, sino el amor que nos convierte en reales amigos suyos. Y recuerda sus palabras a las mujeres de Israel, que no lloren por él sino por sus propios hijos o sea nosotros: porque si así hacen con el árbol verde (joven, lozano, vital, la vida), qué no harán con los secos (racimos, dependientes, etc.)
Ánimo a todos los que necesitamos tanto de Dios, para que nos libere de nuestras debilidades e iniquidades. Perdón Señor, porque hemos pecado contra ti.
