Era el único continente que le faltaba por evangelizar de cuerpo presente, que no con su obra, pronunciando ese discurso que obliga a jugar del mismo modo una final europea que un amistoso y transmitiendo esa pasión con la que ha revitalizado al Atlético hasta convertirlo en un referente mundial. El carácter divino que se ha ganado Simeone entre su hinchada encuentra su horma en tierra de faraones: para el Al Ahly la visita del Atlético es tan o más importante que los títulos de la Champions africana que está acostumbrado a levantar, para su afición no podía haber mejor acontecimiento para exaltar su devoción.La dimensión universal que ha alcanzado el Atlético desde la llega del Cholo al banquillo le lleva en esta ocasión a enloquecer Alejandría por su sola presencia. Tanto que las 86.000 localidades del estadio Borgh-al-Arab, el segundo mayor del continente por detrás del de Johannesburgo se presenten como aforo insuficiente para acoger semejante fervor por los rojiblancos... y por los locales, porque si hay un equipo capaz de movilizar masas se trata del Al Ahly.
El partido del año.
La popularidad del Atlético en cualquier rincón del planeta desde que se codea con los grandes de Europa rivaliza en esta ocasión con la del club más reconocido de África. Hasta 60 millones de personas repartidas por el mundo se enorgullecen de ser aficionados del Al Ahly. Para la mayoría de ellos, se trata casi como de una religión. El credo de Simeone también entronca con la manera de los egipcios de entender el fútbol: el sentido de pertenencia, el desafío a lo imposible, la ambición por seguir creciendo... Intangibles que ayudan a explicar la devoción que no ha parado de aumentar entre la población local hacia el Atlético a medida que iba plantando cara a los transatlánticos europeos.
Hasta 20 títulos confederativos internacionales -incluyendo las ocho Ligas de Campeones de África-, 39 Ligas de Egipto, 35 Copas o nueve Supercopas pueblan las vitrinas del Al Ahly, palmarés que le llevó en el año 2000 a recibir la distinción de mejor club africano del siglo XX. Sin embargo, pocos escaparates sitúan mejor en el panorama mundial que un triunfo frente al Atlético de Simeone. De ahí que, independientemente del mensaje de cordialidad que se quiere lanzar al universo, el gigante africano se toma el encuentro como una oportunidad inmejorable de ensalzar su grandeza dentro del terreno de juego.
Ganar lleva a ganar.
Obviamente el resultado no cobra esa importancia en el Atlético, aunque en la filosofía de Simeone aparece bien claro que nunca debe regalarse nada. Nunca está de más llevarse un triunfo por aquello que dice su ideario de que ganar lleva a ganar. Así que al margen de que el partido supone una inyección económica para las arcas del Atlético -el viaje de hace un año a Arabia Saudí reportó un beneficio de 1 millón de euros- y de que se enmarque bajo una buena causa al destinar la recaudación a las familias de las víctimas que el pasado 24 de noviembre sufrieron el peor atentado de la historia del país, El Cholo sabe que sobre el verde les espera una guerra. O simplemente lo que en el diccionario de Simeone se entiende como la competitividad que nunca debe faltar cuando rueda un balón.
Tampoco es una mala ocasión para dar rienda suelta a la ilusión que se ha desatado en el club ante la llegada de Diego Costa y Vitolo. No estarán, pero su integración al grupo permite fantasear con lo que será la temporada a parir de ahora con su presencia. La Copa, donde ambos podrían tener sus primeros minutos, espera a la vuelta de la esquina. Antes toca preservar la imagen del club por el mundo, fiel al partido a partido con el que El Cholo se corona en Egipto como el último faraón.
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