Conjugando el verbo MALTRATAR...

in sociedad •  6 years ago  (edited)


Maltrato a la mujer, violencia doméstica, "a la mujer ni con el pétalo de una rosa..." y ahora a traducirlo a mil idiomas. Es un tema sonado y duro, más popular que el maltrato a los ancianos y a los animales. Así que, antes de continuar, es necesario decir que la mujer también maltrata, a su manera, con estilo propio. Claro está, ningún maltrato se justifica; no se trata de ver quién maltrata más ni si uno es consecuencia de otro; ni siquiera se trata de si son merecidos o no, lo cual deja la puerta abierta para mencionar a los niños, que también son maltratados y que, por cierto, también pueden ser grandes maltratadores.

Las razones por las cuales se maltrata a alguien parecen infinitas, pero no lo son. En realidad son muy pocas y a veces las mismas, en contextos diferentes. La gente maltratadora es, sin lugar a dudas, alguien que ha sido maltratado o con un sentimiento espantoso de inseguridad, o ambas cosas inclusive. Lo primero conlleva a la repetición de un eslabón que forma una espantosa cadena, generación tras generación con sus variantes y rupturas; lo segundo, por sí sólo, podría denominarse como "el primer eslabón", pero son los casos menos conocidos. Cuando nos preguntamos: "¿por qué fulano es así, si jamás sufrió maltrato?", casi nunca sabemos si en realidad lo sufrió de una forma menos visible, porque éste no fue necesariamente físico, y casi nunca sabemos si la falta de seguridad y dominio sobre sí mismo conduce a una persona a ocultarse detrás de la fachada de dominio sobre otros a través del maltrato. Lo cierto es que, cuando se habla de este tema, siempre nos imaginamos a una mujer golpeada con el rostro lacerado, o a un niño amoratado, triste y cuajado en llanto; nunca nos imaginamos a una mujer ridiculizando a su marido, ni nos acordamos del niño que maltrata a su hermanita o que destruye su osito de felpa; no reparamos en la dama incapaz de darle paso a alguien en la calle (sobre todo a otra mujer), y mucho menos en el jefe o la jefa que maltrata con tanta comodidad a su propio(a) asistente. Ahora bien, ¿por qué, POR QUÉ, el maltrato??? Por favor, no me respondan cosas como: "es que la gente trata como fue tratada" ...porque estaríamos devolviéndonos al principio de este párrafo y cayendo, en consecuencia, en un ciclo sin fin. Mucha gente que fue golpeada no golpea, y viceversa. La verdadera y subyacente pregunta es: "¿qué está sucediendo dentro de mí cuando maltrato?" Sí, he pasado al verbo y cambiado a primera persona la oración, porque no pretendo excluirme del fenómeno. También aprendí y di estilo propio al maltrato, y me temo que sólo hasta ahora, cuando soy mi propio objeto de estudio, entiendo que cambiar el modo, intensidad y objetivo para mis maltratos, no me hace precisamente una heroína.

EXAMINEMOS UN POCO ESTAS AFIRMACIONES:

El hombre abusador de su fuerza física y por cierto maltratador, golpea a su mujer y a sus hijos. Bueno, pues, esto tiene sus bemoles, porque el señor X no tiene condiciones físicas de las cuales abusar frente a su mujer, por eso sólo golpea indiscriminadamente a sus pequeños hijos. Mientras que el corpulento señor Y, mima en demasía a sus hijos pero le grita a su mujer todo el día y la golpea una vez a la semana.

Hay una madre aterrada por el rumbo que ha tomado su relación de pareja (que se encamina ya a un maltrato de crecimiento exponencial), y termina maltratando a sus hijos de forma constante y diversa. ¿Lo sabe acaso? ¿En qué nivel de conciencia están sus acciones? Hay espacio dentro de su desgracia como mujer para venir a analizar cómo repercute eso en su aplicación de medidas disciplinarias?

Hay una maestra que etiqueta constantemente a sus alumnos, hay un profesor que ignora de ex profeso las necesidades de un joven estudiante en su curso, hay un jefe que grita y acosa permanentemente a su subalterno, hay un niño dedicado a mutilar gatos, hay una vecina que deliberadamente ensucia el jardín de al lado y una compañero de trabajo que genera chismes, injurias y mala reputación en todo lo que hacen otros. Hay quienes miran de una forma extraña que provoca incomodidad o miedo, y aunque no gritan ni golpean, dicen lo que sienten (y lo que no sienten) de forma intimidante o descalificadora. ¿Todos fueron golpeados? No. ¿Todos fueron maltratados? Sí. ¿Todos repiten sus patrones de maltrato? No. ¿Todos siguen maltratando? Sí. ¿Todos se sienten, en alguna medida, inseguros? Sí. Y además: SÍ. ¿Todos lo reconocen? Por supuesto que no. De lo contrario no estaríamos hablando de inseguridad. El orgullo es un tema aparte. La verdadera razón por la que casi nadie reconoce el origen de sus maltratos es porque se sienten inseguros y vulnerables. ¿A qué? Al sentimiento de culpa, al juicio de otros, a la mácula de su imagen, y aunque esto lo reconozcan menos aun, a verse envueltos (de verdad) en el doloroso y profundo proceso del perdón. Nada es más atemorizante que hurgar en los abismos del YO. Mucha gente aconseja (y hasta hacen dinero fácil) hablando hasta por los codos del perdón y la introspección. En el 99% de los casos no es más que el desierto de Atacama rodeado por todos los océanos del planeta; es decir, "veo perfectamente el agua de la que no poseo una gota". ¿Estoy exagerando? Un poco, si acaso, pero me defiendo para mis adentros pensando en la población del mundo (que ronda los 7 mil millones de personas) y sólo conozco a un Mahadma Ghandi, a una Teresa de Calcuta y a un Nelson Mandela, por ejemplos, que para mí no son lo que son porque sean famosos estén vivos o no, sino porque estoy segura de que ninguno de ellos habría hecho lo que hizo en su respectivo contexto si no se hubiese adentrado en mucho en el ser humano que era o es.

Entonces, una mujer que vio a su padre maltratar a su madre (de cualquier forma), tendrá una marcada tendencia a dejarse maltratar por su marido. ¿Maltratará a sus hijos? Eso no puedo asegurarlo, aunque hay una salida rápida: SÍ. ¿Maltratará a otros? Tampoco puedo asegurarlo (aunque sigo viendo la salida rápida). Pero supongamos que no maltrata a nadie... ¡a nadie! Hay al menos una persona a la que sí maltratará: a sí misma. Y esto no es una salida rápida, es un hecho express. Se maltratará permitiéndolo, sintiendo que lo merece, o sientiendo que no lo merece pero no tiene el valor de confrontarlo, lo cual la conduce al mismo hecho: lo merece porque es una cobarde. Una mujer así no siente que es una santa mártir (tal vez sólo mártir); siente que no vale mucho -o nada-, y eso la distingue de Teresa de Calcuta, quien no tenía problemas de autoestima. En pocas palabras, ser maltratada y no hacer algo al respecto -lo que sea- no nos hace buenas, nos hace propensas al cáncer y eventualmente a una muerte más rápida y brutal en algunos casos, cuando hay violencia de por medio. En cuanto a los hijos no hay que esperar mucho para ver los resultados. ¡Cómo si no fuera suficiente la violencia que cunde y domina todo su entorno!

LA OTRA CARA DEL MALTRATO.

Hay una voz interna que pocos quisieran escuchar. No me refiero a la que dice "pobre de mí, me han maltratado" sino a ésa que dice: "acabo de maltratar a mi hijo..." , "acabo de maltratar a mi pareja...", "acabo de maltratar a mi secretaria..." "...¿POR QUÉ?" Si la gente se hiciera esa pregunta, raramente la respuesta sería: "pues, sí, ¡maltraté porque a mí me maltrataron!". La respuesta sería algo como: "lo hice porque me desobedeció", "lo hice porque olvidó traer el mandado", "lo hice porque llegó tarde". Ahora sí, me remito al principio, cuando pregunté: "¿por qué, POR QUÉ, el maltrato???". Se entiende que no estamos hablando sobre un reclamo oportuno, de un regaño justificado, de un llamado de atención (que también puede ocasionar algún malestar o vergüenza), estamos hablando de un maltrato que es obvio para todos menos para el maltratador, hasta que se escucha a sí mismo y se hace la famosa pregunta.

Si nos preguntáramos con más frecuencia a qué se debe esa ira que va más allá de las causas, seguramente descubriríamos el agua caliente y no sin dolor tendríamos que recordar quiénes, hasta dónde, cómo y de cuántas maneras nos maltrataron. Es muy posible que tratemos y hasta convivamos con la mayoría de esas personas, y por eso creemos que ya las perdonamos, pero no es cierto. Sólo empujamos el polvo debajo de la alfombra, porque aspirarlo y deshacernos de él es un proceso muy complejo, difícil y profundo. Nada más hipócrita que el superficial "borrón y cuenta nueva", cuando venimos a desquitarnos más tarde con éstos y otros seres, y conste que también es muy posible no sepamos conscientemente el porqué.

Para ver la otra cara del maltrato (el perdón, la redención y el cambio) se necesitan tres cosas: tiempo, amor y valor. En esta receta no hay nada más mágico de lo que estos tres términos puedan significar, ya que, si se quiere incluir a Dios como parte de los ingredientes, es inútil. Dios es el gran chef creador de la receta. Y si no estamos completos, Dios es también el proveedor. Claro está, si no vamos preparados para elaborar semejante plato gourmet, o si lo que pretendemos es servirlo crudo, no podremos quejarnos más tarde de la pérdida de fe de nuestros comensales, comenzando por nosotros mismos, generalmente cocineros de pacotilla.

Que yo describa públicamente esta "receta" no me hace en lo absoluto una estrella en mi propia cocina; debo decir que yo estoy en la fase de hacerme las preguntas y antes de llegar aquí he incendiado mi cocina varias veces. Pero sé que maltratar cada día menos y quizás dejar de maltratar es posible, siempre y cuando no lo neguemos. Nos gustaría que las personas que nos siguen maltratando se detengan; nos gustaría dejar de ser objeto de injusticias e injurias; daríamos cualquier cosa por encontrar quien colabore con nosotros en lugar de atizar el amargo fuego del rencor, pero esas cosas no son más que moscas en nuestro espacio culinario, y tal vez nunca nos libraremos de ellas, aunque podríamos aprender a espantarlas.

Para finalizar, he aquí algunas líneas que pueden ayudar identificar maltratos, maltratadores, caldo de cultivo de nuevos maltratos y tips de ayuda para erradicarlos o minimizarlos.

La manipulación, una mirada odiosa, una etiqueta desagradable, un grito o un tono de voz agrio, un sarcasmo, un mal calificativo, la falta de atención, la ausencia injustificada, un gesto agresivo, una burla, una crítica destructiva, la carencia de afecto, cualquier forma y grado de abuso sexual e incluso un indeseado silencio, son formas de maltrato. (No tengo que decir que esta lista aún es corta y mucho menos que la violencia física es un maltrato, ¿verdad que no?).
Una persona que habla todo el tiempo de la misma experiencia que vivió, de la misma persona que la lastimó, y que al hablar de paraguas termina por volver a hablar de lo mismo, es una persona que ni siquiera ha incendiado su cocina; simplemente no ha entrado.

Una persona que todavía te recuerda aquello que le hiciste hace 20, 10 ó 5 años... ésa tampoco ha entrado en la cocina. Estaría en el umbral si lo conversara contigo con ánimos de comprender por qué lo hiciste.
Una persona que dice: "sólo Dios perdona, yo sólo puedo disculparte", o que dice: "yo perdono pero no olvido", no quiere entrar en la cocina. Cuando perdone de verdad seguramente no tendrá necesidad de decir eso ni de recordarlo, aunque el hecho permanezca en alguna parte de su memoria cerebral.

Una persona acomplejada o con baja autoestima es un maltratador en potencia o en pleno ejercicio, sin rango para las dudas.

Cualquiera de estas personas tratará muy bien a algunos y maltratará a otros. Casi nadie maltrata a TODOS. Recordemos que hasta los psicópatas suelen ser carismáticos y gentiles hasta que maltratan a ALGUIEN.

Asociar a una persona por cualquier motivo con un maltratador de nuestra historia personal, es caldo de cultivo para nuevos maltratos de nuestra parte.

Sentirse culpable por haber permitido un maltrato es -y desarrolla- un caldo de cultivo para un nuevo automaltrato.
Escuchar las excusas de un maltratador es caldo de cultivo para maltratos. Aceptarlas es mucho peor, apoyarlas es... (¿ultrapeor?).

Para dejar de maltratar sería grato, -pero no imprescindible- que nuestros maltratadores regulares cesen. Lidiar con eso es otra cosa. Si estamos conscientes de las cosas que hacemos o decimos cuando maltratamos, podemos controlarlas cada vez más y las estaremos disociando de nuestro historial como víctimas, lo cual nos acerca a la cocina.
Llorar en la cocina es válido, pero si se hace con autocompasión, es trampa (no hay cebollas en la receta).

Convéncete de que maltratar no mitigará tus dolores.

Recuerda que no hay curas, ni pastores, ni psicólogos, ni consejeros ni amigos que cocinen por ti. Sólo pueden brindarte apoyo, consuelo, comprensión y tolerancia.

Para manejar el maltrato y erradicarlo de la sociedad hay un primer paso, y es conjugarlo como un verbo en el usual orden de conjugación; es decir: YO maltrato, tú maltratas, él maltrata... No empecemos con TÚ, ÉL o ELLA, ELLOS... porque así siempre sentiremos que tenemos derecho o justificación para maltratar.

Nunca dije que fuera fácil. Yo sigo en mi cocina... pero desde ahí les envío un abrazo a mis lectores y mil bendiciones. Si llegaron hasta aquí... no puedo menos que sentirme agradecida.

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  ·  6 years ago (edited)

Qué gusto conseguirte por acá, bienvenida a esta plataforma. Poco a poco irás conociendo un poco más de esta compleja red, pero muy interesante y entretenida.

Te sugiero cambiar las etiquetas para que te ubiquen, puedes editar y colocar por ejemplo: castellano, spanish, provenezuela, entropia, y otra que tenga que ver con el tema tratado. Saludos y abrazo.

¡Hola, amiga! El gusto es mío, créeme. Gracias por tu sugerencia. Aún tengo mucho que aprender. Un abrazo grande.

Sí, nunca dejamos de aprender aquí, cada día surge algo nuevo, pero es muy entretenido y se conoce gente muy linda. Te gustará. Estoy a tus órdenes. Abrazo.