El joven Gerard partió a presentar exámenes de admisión para ingresar a la universidad, se destacó durante toda la secundaria, para lograr un día ser un profesional y sacar a su madre del oficio de lavandera de ropa ajena. En el camino de regreso, en aquel autobús se registró un caso de infección del virus que ronda a la humanidad en general. El joven ha quedado en cuarentena junto con todos los tripulantes. ¡Madre volveré, en breves días, le prometió con un tierno beso en la mejilla, acompañado de un cálido abrazo!
Leo recuerda las últimas palabras de su tierno, pero ya grande Gerard, hoy vive en sus soledades; no sabe hasta cuándo; en su pueblo puede salir breves momentos y eso con una excusa específica, debido a la cuarentena en todo el país decretada por salud pública. Observa con marcada tristeza la ausencia y en sus alucinaciones cree ver a su hijito jugar y hacer bulla con los amiguitos del vecindario. Prepara un café a media tarde, como siempre lo hizo, esperando a su hijo del cole, él la acompañaba y a veces la sorprendió con pastelillos frescos, recién horneados.
¡Una lágrima se le escapa al sentir la ironía de la distancia de su hijo, que también extraña aquellos reencuentros con mamá leo!
Observó el reloj que trajo una tarde, su amado Efraín, él también partió en aquel barco, donde laboraba tres semanas cada mes; una mañana pasadas dos semanas recibió la noticia del zafarrancho de aquella embarcación; allí empezaron sus soledades, Efraín no regresó. Observó en su cuaderno de notas el poema de Mario Benedetti:
después de la plenitud viene la soledad,
después del amor viene la soledad!
*Nota: Está publicación pertenece al mismo autor del blog:
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