Saber un idioma extranjero no es solamente útil para interactuar con personas alrededor del mundo, poder ver una película sin subtítulos o decir algo que no queramos que los demás entiendan (aunque a veces sea divertido ver sus caras llenas de confusión). El acto de convertirnos en bilingües o multilingües puede darle un completo giro a la manera en que vivimos; aumenta nuestros conocimientos; sirve como empujón a nuestra labor como profesionales y más.
Parte del proceso incluye aprender su gramática, tiempos y estructuras. Al estudiar un idioma alterno podemos comprender nuestra lengua natural ayudándonos a mejorar nuestra oratoria, escritura y comunicación. Claro, de vez en cuando olvidamos palabras o solo sabemos decirlas en un idioma, no en otro. Lo admito, soy culpable de ello.
Cuando emprendemos la aventura de conocer un lenguaje lo hacemos también con las tradiciones del país originario. Esta conciencia cultural proporciona experiencias interpersonales enriquecidas, como la construcción de relaciones, la apreciación de diferentes valores étnicos, culturales y el descubrimiento de historias únicas.
Educarse en un nuevo idioma es un logro del que cualquier persona debe sentirse orgullosa, extremadamente satisfecha. Una vez que termina la época de aprendizaje valoramos el tiempo y el esfuerzo invertido. Los beneficios asociados con el adiestramiento del nuevo idioma aumentan nuestra autoestima y expanden nuestros horizontes. Sin duda, valió la pena la experiencia.