Dejo para la consideración de ustedes, mi último ejercicio narativo. Espero que lo disfruten.
Esa casa la perdí.
Luego tuve un apartamento en la gran ciudad, en el barrio de las minifaldas que me hacían mirar siempre para arriba en las escalinatas de Babel que nos rodeaban. Recuerdos de cómo fui feliz con un balón y una mirada.
Ese apartamento también lo perdí.
Luego regresé al mar y tuve cuatro casas más que perdí, la última de ellas era de agua, flotaba, se inundaba, lloraba.
Y yo me enamoré de ella y ella de mí, le regalé piedras, madera tallada con mis sueños, poemas y cuentos.
A ella también la perdí.
Ahora regreso al principio, al pueblo pequeño de casas grandes, arrastrando mi historia, mis pasos, mis manos.
Aquí crece otra casa, quizás la última; la estoy escribiendo, armando, acariciando, deseando, esta vez, no perderla.