Go: El jardín de los prodigios (Una familia imaginaria 2)

in spanish •  7 years ago  (edited)

Amigos de Steemit, dejo el segundo cuento de la serie Una familia imaginaria. Espero que lo disfruten.

Tenía seis años. Estaba segura de que el tiempo se detenía justo cuando entraba al bosque de rosas y cayenas de mi abuela. Era la hora de las telenovelas. La hora en que mi abuela y una pequeña tropa de tías y primas dormitaban frente al televisor. La hora en que las calles se quedaban solas y el silencio se propagaba espesamente en el aire caliente de la tarde. Bajo las matas del jardín, antípoda del mundo de la casa, el suelo cubierto de lochitas despedía humedad y una frescura sosegada, interrumpida de vez en cuando por el zumbido lejano de los insectos: esos seres aéreos irisados de brillos metálicos, minúsculos robots…

Entonces, estaba en el Go.

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No sé de dónde vino el nombre, pero siempre fue muy claro que así se llamaba. El Go estaba en el bosque de tallos y raíces del jardín de mi abuela. También era una fortaleza verde, de hojas y espinas donde me sentía invencible. Era un castillo. Era una cámara de desaparición. Era una caja de transformación. Era también la puerta al mundo de los monstruos de la noche. Los monstruos sin cara que se llevan a los niños en la soledad de la noche. Era el Go la gracia de los deseos, un refugio, y también la certeza aterradora del pavor.
¿Por cuál razón mi mente infantil trasladaba su atención y se afanaba en la construcción de esas realidades? Es evidente que una parte de todo este ejercicio era divertida, claramente un juego, pero la otra parte consistía en la elaboración concentrada de la experiencia del miedo y la angustia. Y, por supuesto, no era divertida, por lo menos no en el sentido convencional, sino impúdicamente atractiva, poderosa e hipnótica. ¿Qué equipamiento ancestral habilitaba las condiciones de funcionamiento para estas aventuras mentales? Tengo la certeza de que pretender responder a esta pregunta recurriendo al comodín de la imaginación infantil no sólo es pueril, sino también falaz.

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Adonde van las cosas perdidas y los fantasmas que no existen

Hay quienes nunca abandonan la morada del Go. Recogen su esqueleto de humedad y raíces, como si de una carpa se tratara, y lo van instalando a lo largo de la vida en sus casas respetables, oficinas contables, laboratorios… y en libros, dibujos, computadoras, música, abrigos para el frío, hermosas mesas, puentes… Muchos crecen conservando la morada del Go al lado de la morada de la sensatez de las cosas sustantivas de la realidad. No se trata de nada especial. Es profundamente humano y extendidamente común, pero algunos han llegado a hacer cosas extraordinarias con ello.
J. M. Barrie inventó un mundo para explicar (y explicarse) a dónde van las cosas que se pierden: canicas, pero también la infancia, el amor de los padres o los hermanos muertos. Elementos crueles marcan a veces el derrotero que conduce al reino del Nunca Jamás. Tengo la creencia de que en un territorio vecino, o en el mismo, o en uno que existe encima o debajo de éste está la morada del Go. El filósofo W. V. O. Quine se preguntaba a qué cosa se referían los hombres cuando afirmaban que los fantasmas no existían. Para mí sería perfectamente aceptable desde un punto de vista lógico afirmar que se refieren a los habitantes del Go.

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Cuando despertó supo que su mano era la de una muerta

En el año de 1922, la gripe española estaba arrasando vidas en la ciudad de Cumaná. Seguro fue un tiempo atroz, pero ningún libro de historia ha recogido ni podrá recoger ese horror excesivo. Ése debe ser contado por alguien que conoce el mundo de la humedad, de los tallos y las raíces. Alguien capaz de escuchar las voces de las antípodas de lo real. Mi abuela me lo contó más o menos así:
Fue una noche de ese año. Mi abuela Antonia tenía once. En unos pocos días había perdido a dos primas y a su hermano mayor, que era un muchacho de tan solo quince años, muy galán y buen músico. Ella y sus hermanas menores, Olimpia y Felipa, estaban sanas, pero el hermano menor, un bebé de ocho meses había comenzado a llorar una calentura que no paraba de subir.
La noche terrible su madre agonizaba semiconsciente en un catre y mi abuela la había pasado en vela sosteniendo su mano, sacudida por los escalofríos y los estertores. En algún punto, el cansancio la venció y comenzó a soñar: entraba en un jardín de limoneros. Los frutos eran intensamente verdes y resplandecían. Escuchó la voz de su madre, firme, hermosa, increíblemente lozana. Nunca recordó las palabras pero al despertar supo dos cosas: debía dar curas de limón a su hermanito y la mano que sostenía era la mano de una muerta. La sorpresa no le permitió llorar de inmediato. Con los ojos bien abiertos, totalmente despabilada, por unos minutos todavía pudo ver y oler el verde limonero increíblemente arraigado en el suelo de tierra de su rancho pobre de familia pescadora.
Muchos años después, habiéndose perdido por los caminos de la senilidad, mi abuela visitaba otra vez el mundo del Go. Veía frondosos limoneros repletos, ricos, olorosos; veía a su madre pero ya no me veía a mí. Sólo podía contar historias de un edén vegetal, confuso para los habitantes de este lado de las cosas.

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Si te interesa leer el primer cuento de la serie

Una familia imaginaria, pincha aquí

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Tu abuela Antonia ejerció en ti el arte de contar que tu magníficamente trasladas a la escritura. Fascinante cuento.

Una delicia.

Gracias, @marlyncabrera. Mi intención es seguir la serie y contar hasta donde me dé la capacidad esta saga familiar. Abrazototes, hermana.

Muy bueno Adriana. Saludos

Hola, @vverde. ¿Eres el @vverde que estoy pensando y con el que habló @rjguerra? Bienvenido si eres él y, si no lo eres, también. Pero si lo eres, me alegra muchísimo rencontrarte en el mundo virtual. Espero tus escritos.

Hola adnacabrera. El mismo que viste y calza.... Saludos y abrazos

Me encanto!! xD

@edwarstobia, muchas gracias por leer mi texto. Como siempre que un músico opina positivamente de mi trabajo, me siento recompensada. Gracias, gracias.

¡Hermosos textos, @adncabrera! Esa saga familiar imaginaria nos permite recrearnos también en nuestros misterios infantiles, esa suerte de humus que es nuestro fundamento vital.

Gracias, @josemalavem. Aprecio tu lectura y tu juicio. Pronto continuaré publicando la saga.

¡Genial!

Gracias.

Todos alguna vez tuvimos un "Go" Felicidades muy entretenido su relato.

Cierto, @elmagodeozcar, el Go es el reino de la infancia. Gracias por leer mi cuento.

La descripción que haces de ese mini-mundo musgos de los jardines me recuerda un libro que habla de los gnomos.

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Sí, @sansoncarrasco. El Go también es el lugar donde nacen seres de ficción. Gracias por tu lectura.

Casualmente año 1922, cuando abuelo Pancho, su hermano Marcial y el doctor Minguett fueron en busca del oro. Cariños.