Capítulo 32 | Alma sacrificada [Parte 1]

in spanish •  7 years ago 

Sin título21.png

Con el nombre de Ezra Wilde como mi nueva marquesina, mis días comenzaron a ser mejores. Trabajaba la mitad de las horas, estaba con Clarice la mitad de la otra parte y al final del día hacía uno que otro trabajo para Reed. Ellos solo me llamaban cuando me necesitaban; del resto, era un hombre tan libre como cualquier otro. El único inconveniente que comenzó a incrustarse en mi vida, fueron esas malditas visiones.

Todo comenzó al salir de la cárcel en ese motín que el mismo Maximiliano logró conseguir. Me escondí durante mucho tiempo en la oscuridad, esperando el momento indicado para acabar con todo eso. Cuando la solución a mis problemas tocó la puerta, supe de inmediato que nada de lo que hiciera de forma legal lograría sacarme de ese hoyo negro en el que estaba sumergido. Por esa razón, maté a mi primera persona.
Toda la carga que tenía sobre mis hombros al quitar una vida inocente para limpiar mi sangre, comenzó una serie de sucesos dominó: cuando la primera se cae en una sucesión de dominós, el resto cae con ella. Mi vida inició un declive descomunal, que mermó un poco al permitirle a Clarice entrar en mi vida. Ella llevó un poco de paz, me enseñó que existían otros caminos e hizo que mi corazón volviera a latir por una mujer.
Ella fue de gran ayuda durante largo tiempo, años inclusive, pero al torturarme yo mismo con el odio que sentía hacia Ezra, las visiones fantasmales regresaron. La veía en todas partes, con un vestido negro, el cabello mojado y sus labios pálidos. La veía junto a mi cama, sentada sobre el capó de los autos, en medio de la calle, sentada junto a Clarice en el sofá, en los pasillos de la tienda o detenida en el umbral de la puerta.
Si cerraba los ojos con fuerza y me mentalizaba con que todo era producto de mis trastornos, ella desaparecía algunos segundos. Hice eso por meses, hasta que me vi en la penosa necesidad de contarle a Clarice lo que sucedía conmigo. Ella me llevó con una buena psicóloga de su mamá y me indicó que todos eran reflejos de mis propias culpas. Quizá no me lo decía a mí mismo, pero sabía que me sentía culpable de su muerte.
La mujer me repitió que el estrés, la mala alimentación y una vida de angustia, podía causar que mis culpas tomaran el cuerpo de una persona que nunca saqué por completo de mi vida. Nunca le dije quién era la mujer, a ninguna de ellas, pero Clarice sabía que era su hermana. Con el paso del tiempo, la doctora me recetó un medicamento para dormir, uno para mantenerme relajado y otro para que las visiones desaparecieran.
Todo marchó bastante bien, hasta que el medicamento se terminó y la persona que era mi enfermera personal, la arrebataron de mí. Mientras el efecto de las drogas continuara en mi cuerpo, podía ser un hombre normal, pero cuando eso terminaba quedaba alguien que temblaba por la simple idea de ver una muerta las veinticuatro horas del día. No podía acostumbrarme a caminar por la casa, cuando ella me seguía cada uno de los pasos, con sus ojos hundidos, la piel pálida y el cabello mojado.
—Leonard —llamó Clarice desde la habitación—. Ven por tu medicina.
Salí de la parte baja de una camioneta Ford que debía alinearla. Limpié la grasa de mis manos con un gel que siempre mantenía en la mesa de las herramientas. Subí de dos en dos las escaleras que daban a la habitación y la encontré sentada en la orilla de la cama, con las piernas cruzadas y las dos pastillas en la palma de su mano. Ella se levantó al acercarme lo suficiente, como para depositarlas en mis manos.
Odiaba ingerir el asqueroso medicamento. Me relajaba tanto que me volvía un estúpido ante las decisiones que los demás tomaban por mí. Una vez estuve a punto de morir atropellado por un auto, por un exceso de medicamentos. De allí en adelante, Clarice se encargaba de recordarme la ingesta del mismo. No sabía qué habría sido de mi vida sin ella; era quien mantenía mis engranajes funcionando.
—¿Vas a cuidar de mí? —pregunté al observar las píldoras amarillentas.
—Siempre lo hago.
—Sabes a qué me refiero. No quiero que casi me atropelle otro auto.
Ella apretó mis mejillas entre sus manos y plantó un beso en mis labios.
—Prometo que no dejaré que un auto te atropelle —emitió con una sonrisa.
—Bien.
Clarice depositó un vaso de agua en mi mano vacía, justo antes de ingerir las pastillas y arrojar una gran dosis de agua para deslizarlas por mi garganta. Siempre olvidaba la medicación, y cuando eso ocurría perdía mis facultades —o eso decía Clarice al siguiente día—. Yo no recordaba nada de lo que sucedía en mis ausencias, pero sí sabía que no era bueno. Lo malo era que lo olvidaba sin buscarlo, lo que era aún peor. Clarice siempre estaba al pendiente, pero no siempre la tendría a ella.
—Tengo que irme —comentó al colgar el bolso en su hombro—. Tengo trabajo.
—No te vayas, cariño —articulé al dejar el vaso sobre la mesa—. Quédate.
Sujeté su pequeña cintura entre mis brazos y apreté su pecho al mío. Me sentía cansado después del trabajo de los últimos días, pero quería estar con ella esa noche y los días siguientes. Había algo en Clarice que me tranquilizaba y sacaba esos malos pensamientos de mi cabeza. Ella siempre fue la brújula que me mantuvo en curso, y fue malo depender de ella a esa totalidad. Y sí, ella lo era todo para mí, y siendo esa debilidad, cualquier golpe contra ella me arrancaría el corazón de un zarpazo.
Ella besó mi frente y apretó mi cuerpo al suyo al aferrarse a mi espalda. Quería quedarme con ella durante toda la noche y amanecer en la misma cama, pero sabía que ella no se quedaría conmigo porque tenía un trabajo pendiente. De igual forma, si le pedía que regresara esa noche lo haría, pero no quería que se arriesgara en la calle a altas horas de la noche. Lo mejor era que se quedara en su casa y nos viéramos después.
Mi parte racional debía separarse de su cuerpo y dejarla ir, pero no quería hacerlo tan sencillo. Así que en lugar de ser el hombre cuerdo y normal que ella esperaba, me aferré a su cuerpo como un niño pequeño a las piernas de su madre. Al final, cuando ya no podía retenerla por más tiempo, la besé y dejé ir. Al verla marchar pensé en lo mucho que amaba a esa mujer, casi tanto como alguna vez quise a Ellie. Era increíble que fueses hermanas y mi corazón no lo entendiera al enamorarse de ambas.
Una vez que Clarice se marchó, cerré el taller y subí a mi habitación. Me bañé con rapidez, cené algo ligero y comencé a investigar un poco más sobre lo que ahora era Ezra Wilde. Esperaba encontrarlo en la web como cualquier persona que usaba una red social, pero él no era la clase de hombre que se tomaba la molestia de sacarse una fotografía o publicar en su muro alguna estupidez como en qué estaba pensando.
En lugar de perder mí tiempo con él, leí algunas noticias sobre Maximiliano Hartnett. Al parecer tenía un hijo pequeño que acababa de conocer, producto de una noche loca con una prostituta. La disputa legal del niño aún no se propiciaba, ya que Maximiliano seguía buscando mejores resultados por parte de la madre. Habían videos en los que fueron captados juntos en un apartamento o en la entrada del edifico.
Maximiliano tenía muchos secretos, pero ese misterio que todo el mundo conoció, también lo atrapó a él. En una entrevista que dio a un medio de comunicación famoso, explicó no tener idea del niño, pero que se haría cargo de él. También se veían videos de entrevistas que intentaron hacerle a Andrea sobre lo que sucedía en su matrimonio. Si solo el mundo hubiese sabido que ellos nunca estuvieron casados como se debía.
Todo era una mampara para que la prensa se mantuviera alejada, pero al final del día eran más enemigos que nosotros mismos. Yo solo estaba aliado a Maximiliano porque él tenía los recursos necesarios para hacer pagar a Nicholas todo el daño que me causó. Por instantes creí que Maximiliano conspiraba en mi contra, pero después de todos esos años entendí que él estaba tan dolido con Nicholas como yo, así que éramos iguales.
Cerré la laptop y me lancé de espaldas a la cama. No me gustaba estar solo en un lugar tan grande como ese, así que busqué una chaqueta en el perchero y salí a casa de Reed. Allí me sentía más en casa que en mi propio hogar, quizá porque ellos eran sinceros conmigo y no me ocultaban tantas cosas como el resto del mundo. Me sentía cómodo sentado en su sillón, bebiendo cerveza y viendo un partido de fútbol.
Conduje hasta la entrada de la casa, descendí y toqué la puerta. Esa vez me abrió Reed, estaba solo con Marcos. Me permitió pasar, me preguntó qué hacía allí y me invitó una cerveza. Estaba jugando póker con Marcos en la mesa de la cocina. Me invitaron a unirme a ellos y beber un rato para olvidar los problemas. Solo quería pasar una noche ligera, sin tener que sentir las sombras caer sobre mí durante la noche.
—¿Cuál es el próximo trabajo? —pregunté al ver mis cartas.
—Aún no estoy seguro, pero será algo grande —replicó Reed.
Jugamos un par de manos, hasta que terminé apostando la cuarta parte de la ganancia del siguiente trabajo, y Marcos ganó la mano. Al terminar de jugar, Reed fue por más cervezas al pequeño refrigerador ejecutivo y nos sentamos en la parte trasera de su casa para que pudieran fumar en paz. Mientras el humo del cigarrillo electrónico de Marcos se esfumaba en el aire y el aroma al tabaco de Reed atiborraba mi nariz, abrí más las piernas y descansé la culata de la botella sobre mi rodilla derecha.
—¿Necesito preguntar por mi encargo? —inquirí con la mirada en el jardín de enfrente. Tenía abetos que alcanzaban una pared de concreto que dividía ambas terrenos, un pórtico de color rojo adornaba parte de su techo y todo estaba iluminado con lo que eran diminutas luces de navidad anticipadas.
—De hecho no —masculló Reed al morder un trozo de tabaco y escupirlo sobre la grama—. Tenemos buenas noticias, Leonard. Encontramos a tu hombre.
De la impresión doblé un poco la cerveza y la humedad de la botella mojó mi pantalón. No creí que lo conseguirían tan pronto, pero esa era la mejor noticia que podían darme esa noche. Esperé por eso durante tanto tiempo, que necesitaba pellizcarme para sentirlo real, aun cuando Marcos afirmó con la cabeza y Reed elevó las cejas ante mi respuesta a lo que acababa de comentar sobre el paradero de Nicholas.
Carraspeé mi garganta y regresé a la normalidad, tras ingerir una recatada porción de cerveza. Dejé que el frío corriera por mi garganta antes de recomponerme y dejar de sentirme tan bien como lo hacía. Quería conocer todos los detalles, pero ameritaba tranquilizarme primero. Estaba demasiado ansioso por asesinar al hombre que me quitó gran parte de mi vida en prisión y asesinó a una persona que amaba.
—¿Dónde esta el malnacido?
—Memphis —respondió Marcos—. Ahí vive con una mujercita de cabello marrón.
—¿Lo siguieron?
—Estamos esperando tus indicaciones. —Reed le dio una mirada de complicidad a Marcos, antes de devolvérmela—. En este trabajo, tú eres el jefe.
Noté el sarcasmo en sus palabras, pero no le di mayor importancia a las mismas. Lo único que me importaba era saber los detalles sobre Nicholas. Ya sabía que vivía en Memphis con una mujer —su esposa quizá—, pero más que saber con quién demonios dormía, quería ver con mis propios ojos quién era en realidad doce años después.
—Denme la dirección. Quiero verlo yo mismo.
Marcos guardó su cigarrillo electrónico en el bolsillo y se encaminó adentro. Reed siguió soltando caladas de humo a la oscuridad, mientras mi pie derecho se elevaba del suelo en un acelerado tic nervioso. Ansié ese día desde el instante que Nicholas Eastwood abandonó la cárcel y lo dieron por muerto; lo ansié desde que colocaron esa sentencia sobre mí y me impidieron salir a la calle cuantas veces quisiera.
Marcos regresó en unos minutos, con un trozo de hoja de cuaderno entre sus dedos iniciales. Lo extendió ante mí y retornó a su silla, justo al tiempo que cruzaba una pierna sobre la otra y extraía el cigarrillo del bolsillo de su camisa violeta. Desdoblé la hoja y la alcé frente a mis ojos, mientras leía la dirección tal cual la habían enviado. Estaba escrita en letra corrida, adjunto al color de la casa del nuevo Nicholas.
La guardé y tragué saliva, mientras un tumulto de ideas cruzaba por mi cabeza. Tenía que ir yo mismo en cuanto fuera posible, y no porque no les creyera a las personas, sino porque nada era verdad hasta que lo viera con mis mismos ojos. Él tenía una deuda que pagarme, y el costo de la misma era su sangre. Lo único que debía era ser tan maquiavélico como lo fue Maximiliano y borrar cualquier rastro de evidencia.
Debía ser listo, cuidadoso, detallista; algo estilo Maximiliano. Ese hombre tenía una tumba de muertos bajo su piso, y de él no brotaba ni una gota de sangre. Así de listo quería ser, pero rodeado de personas como Marcos o Reed, no lograría serlo. Mi mejor aliado siempre fue el millonario, y yo siempre fue su estúpido peón. Sabía que él quería asesinar al hombre, pero mis intenciones eran ganarle ventaja.
La mejor opción que tenía en ese momento era mantener el secreto. Maximiliano no sabía que yo tenía la dirección de Nicholas, y así debía permanecer hasta que todos los secretos se revelaron ante la brillante luz del día, o hasta que lo culpara del asesinato.

Authors get paid when people like you upvote their post.
If you enjoyed what you read here, create your account today and start earning FREE STEEM!
Sort Order:  

Es q Leonard no sabe quie es Max??🤔

En este capítulo me da lástima con Leonard, después de todo él si quiere a su mujer. Pero igual, hierva mala nunca muere... Palo que nace torcido, jamás su tronco endereza. Así que ya sabes la solución Aime para el bienestar de todos, liquidarlo.

Inserte risa burlona, esa clase de risa que te brota cuando quieren ganarle ventaja a mi Maxi 😂😂😂😂😂😂

Sigo sin saber cómo sentirme respecto a Leonard. A veces me da penita el hombre, pero mi odio no sesa xD

Otro loco...y Ezra y Andrea son el blanco de los psicópatas.

Dios los cría y ellos se juntan, están uno más loco q el otro. Y por lo que deduzco la tal Clarice también va a morir. Me preguntó a quién va a culpar cuando eso pase.

Por. Su culpa va a morir Clarice pero de todo quiere culpar a Ezra que injusto. va a quedar loco eso se merece por mala persona

Leonard vivió en la oscuridad desde que decidió odiar a Nicholas y el ver a Ellie en cada espacio sólo es el reflejo de la culpa que tiene por sentirse responsable de su muerte. Ahora que lo encontró estará al acecho y buscará su punto débil (Skyler?) para atacarlo, pero Maximiliano tiene sus propios planes. Cuál de los 2 prosperará?

Leonard ve el fantasma de Ellie porque es el principal asesino de ella, por mas que pase el tiempo la conciencia siempre le dará lo que se merece. Como siempre sera un simple peón que se deja manipular del Cuervo . Ahora solo falta que si llega a morir Clarise tambien le eche la culpa a Nicholas pobre hombre falto de identidad.

Congratulations @aimeyajure! You have completed some achievement on Steemit and have been rewarded with new badge(s) :

Award for the number of upvotes received

Click on any badge to view your own Board of Honor on SteemitBoard.
For more information about SteemitBoard, click here

If you no longer want to receive notifications, reply to this comment with the word STOP

By upvoting this notification, you can help all Steemit users. Learn how here!

😦

me da pena el tipo en vez de hacwr a un lado el rencor u odio que siente x Nicholas deberia ver un futuro con Clarice..... lo arruino todo con Ellis xq ibdirecramente la mato y x eso su conciencia no lo deja en paz. . piensa que al matarlo se sebtira mejor sin importar consecuencias..... lo que nas me angustia es que Nick y Andrea son laa victimas de toda esta jauria de lobos.... 😢😢😢😢😭😭😭😭😭

Sin palabras ante este hombre, esta tan mal de la cabeza y lo carcome tanto la culpa que la exterioriza para no derrumbarse por dentro.

Oh leonardo es un mal nacido si no fuera por el elli estaria viva y lo siento por su hermana clarisa no sabe el asesino que tiene al lado y mas complicaciones para nicholas hasta cuando terminara esta encrucijada.