Mis pies dolían cuando llegaba al pent-house a altas horas de la noche, muriéndome de sueño y hambre. Esos dos días fueron terribles, hasta que la profesora nos indicó que teníamos un día para descansar. Aproveché que el manager de Keith, —o al menos la persona que se encargaba de conseguirle los eventos—, le dio tiempo libre, para que viajáramos en auto hasta la playa, antes que la nieve se endureciera en las vías.
La última vez que estuvimos en la playa, le conté a Keith sobre mi viaje y la decisión de asistir a la academia. Esa vez quería que fuéramos a divertirnos y actuar como dos inmaduros. Él era lo bastante blanco como para quemarse con el sol, por lo que inserté suficiente bloqueador en mi mochila, y comida. Podía faltarme todo, pero la comida era indispensable para ir a la playa. El agua salada acrecentaba mi hambre.
Debía mantenerme en el peso hasta el musical, por lo que elegí maní, granola, algunas manzanas, uvas y pan con queso bajo en grasa. También había guardado barras de proteína y una grosera cantidad de chocolate para que mi hombre no se desmayara a mitad de camino. Ese día en la mañana le envié un mensaje a Keith para indicarle que pasaría por él al apartamento de Micah, donde en pocos meses viviría con Shana.
Todo era tan utópico entre nosotros, que por un momento creí que estaba en un musical de Hollywood. Nadie habría imaginado que dos personas como Micah y Shana, tendría un futuro tan claro como ese. Los padres de Micah quedaron encantados con el carisma y los modales de Shana, lo que facilitó mucho las cosas entre ellos. Claro, eso sin mencionar que los padres de Shana no la dejarían mudarse sin casarse con él.
Me detuve en el espejo de cuerpo completo y revisé el bikini que elegí para esa ocasión. Era la primera vez que me desnudaría, —en parte—, frente a Keith, así que sentía un poco de inseguridad sobre ello. Y no porque mi cuerpo estuviese malformado o me avergonzara de él, sino que no habíamos cruzado la línea de los desnudos hasta ese momento, y escuchaba mi corazón en mis oídos con solo detenerme en el espejo.
Respiré profundo, hice una rueda floja en mi cabello, dejé el flequillo por fuera y algunos mechones cercanos a las orejas. Busqué un short cortito en el armario, una franela ancha que apenas rozaba el inicio del short y sandalias bajas. Colgué el bolso en mi hombro, coloqué los lentes de sol en el puente de mi nariz y troté hasta la puerta principal. Bajé el ascensor contando los minutos hasta entrar al parqueadero.
Conduje hasta el apartamento de Micah, bajé y toqué el timbre. El sol estaba oculto bajo unas oscuras nubes de tormenta, lo que disminuía el calor ambiental. No nos quemaríamos tanto como el resto, e incluso podíamos llegar a sentir frío al caer la tarde. Subí mis lentes hasta el cabello y guardé el teléfono en el bolsillo trasero del short. Escuché ruido dentro del apartamento, antes de ver a Micah semidesnudo en la puerta.
—¡Samantha! —saludó con júbilo, antes de tirar de mi brazo adentro.
—Jesucristo, Micah, le sacarás el brazo —gruñó Keith desde la cocina.
Micah giró los ojos e hizo un ademán con el dedo del medio. El apartamento estaba ordenado, olía a café y a perfume de hombre. Micah tenía puesto sus pantalones de trabajo, y el pecho se encontraba desnudo. Sus abdominales se notaban, junto a un finísimo bello en el pecho. Su cabello estaba mojado y lleno de gel, mientras que algunas gotas de agua salpicaban aun sus brazos y pecho.
Keith estaba lavando los platos del desayuno. Miré por encima del hombro de Micah a mi chico, mientras enjuagaba unos vasos de cristal. Se había colocado una franela unicolor y pantalones cortos. La blancura de sus piernas quedaba al descubierto, junto al escaso vello que las recubría. Regresé la mirada a Micah y enarqué una ceja al ver un bóxer sobre el sofá que estaba detrás de él, junto a una franelilla y una correa.
Micah soltó una risita pecaminosa y tocó sus brazos. Esa franelilla era de Shana; sabía que era suya porque la usó la última vez que salimos juntas, tres días atrás.
—¿A dónde irá rojita con mi hermano?
—A la playa —respondí al colocarme en puntillas.
—¿Y no invitan?
—Tú tienes trabajo —pronuncié, seguido de un golpe en su pecho.
—Aguafiestas.
Keith secó sus manos en un paño de cocina, antes de trotar de regreso, sujetar mi cintura y elevarme. Le encantaba saludarme de esa manera, como si de una princesita se tratase. Al colocarme de regreso sobre mis pies, solté una risa escandalosa y los lentes cayeron de mi cabeza. Él se agachó para recogerlos y los colgó de mi franela. Fijó una vez más sus hermosos ojos en los míos y el mundo entero desapareció.
—Hola, bailarina.
—Hola, vaquero —saludé al sentir su mano en mi cintura.
Subí mis dedos por su brazo, hasta llegar al cabello sobre su cabeza. Metí mis dedos entre los mechones y los apreté un poco entre mi mano, cuando los labios se Keith se apoderaron de los míos en un beso nada recatado. No sabía si Micah seguía rondándonos como un fantasma, o se había marchado a su habitación. Solo me dejé llevar por el beso de Keith y ese sentimiento que abombaba mi pecho.
Al separarnos, escaneé el departamento y no encontré a Micah vigilándonos. Keith entrelazó sus dedos en los míos y rozó mi nariz con la suya. Él olía a jabón de baño y suavizante de ropa. No se había quitado la fina barba que salpicaba su mentón, y su cabello estaba un poco más largo que la última vez que lo vi. Lo extrañé tanto, que no desaprovecharía los días que estaría cerca o lo que pensaba hacer con él.
—¿Lista? —preguntó Keith.
Asentí y salimos del departamento. Keith arrojó su pequeño bolso al asiento trasero del auto y rellenó el asiento del copiloto. Al son de una música tecno que encontramos en la radio, conduje los kilómetros que faltaban hasta Staten Island. Cincuenta minutos de música, chistes, bromas, risas y un sinfín de historias sobre todo lo acaecido en la academia y sus planes en la compañía de Ezra Wilde, antiguamente Nicholas.
Saqué el brazo izquierdo por la ventanilla y lo elevé al aire. Casi podía sentir el aroma del agua salada bailar en al ambiente, el sonido de las olas rompiendo en la orilla, el ruido de las gaviotas surcando el cielo, el sonido del ferry sobre las azules aguas de Staten Island, el bullicio de las personas que caminaban por la orilla agarrados de la mano o besándose, el humo de los tubos de escape en las cercanías, las máquinas de palmitas explotando, el aroma del algodón de azúcar y las risas de los niños.
Keith bajó los bolsos, la canasta, una sombrilla y la toalla. Ajusté los lentes en mi cabeza, bajé un poco la franela en mi estómago y ayudé a Keith con las cosas. Él tenía los lentes en sus ojos, unas sandalias abiertas y el paño colgando de su hombro. Podíamos pasar como una pareja de años, y no los novios que apenas éramos. Caminamos la corta distancia del estacionamiento hasta la orilla.
—¿Hace cuánto no vas a la playa?
—Más de un año —respondió de inmediato—. No soy de agua salada.
—¿Por qué? Es divertida la playa.
—Lo que no es divertido es la insolación —refutó al reacomodar la toalla.
Me coloqué en puntillas y dejé un sonoro beso en su mejilla izquierda.
—¿Entonces por qué decidiste venir conmigo?
—Porque tú querías —emitió, seguido de una sonrisa—, y yo quiero hacerte feliz.
Una sonrisa se dibujó en mis labios. Keith hacía lo que fuese por mí, aun cuando lo que yo deseaba no era algo que a él le encantara. Y agradecía que hiciera esas cosas por mí, que aunque eran un tanto bobas, me alegraban la vida. Mi mamá no tenía tiempo de salir conmigo, mis amigas cada una estaban en su mundo y Keith era lo único con lo que contaba en ese momento, y era la persona que me mantuvo anclada esos días.
Por eso detuve su caminar, quité los lentes de su rostro y besé sus labios.
—Me gusta esa respuesta —mascullé al quitar el labial de su boca.
Muchas personas se habían aglomerado ese día en la playa. La costa estaba repleta de paraguas de colores, toallas en el suelo, inflables en el agua y personas caminando por la orilla. Nosotros dejamos todo a un lado del muelle, antes de que Keith me preguntara si era la primera vez que asistía a esa playa. Le respondí que hacía muchos años no tenía tiempo para mí, pero había decidido darme un día de descanso.
Insertó la sombrilla en la arena y fue por dos sillas. Cuando venía de regreso, extraje la botella de agua e ingerí un poco. Lo observé hundir las sillas y acercarlas lo suficiente una de la otra. Uní mis manos, hundí los hombros y tomé una decisión. Era la primera vez que me quitaría la ropa ante él, y me sentía asustada de lo que podía suceder. Sí sabía que Keith era respetuoso, pero tuve miedo de mí misma y lo que sentía.
—¿Tiendes la toalla? —le pregunté con las manos en mi cuello.
—Lo que ordene su majestad.
Mientras él buscaba la toalla sobre el bolso, respiré profundo y quité el botón de mi short. Lo deslicé con rapidez por mis piernas, recogí del suelo y lancé contra el bolso. De inmediato apreté el ruedo de la franela y la saqué por mi cabeza. No le di cabida al miedo o a ese extraño sentimiento de inseguridad que no me dejaba hacer lo que quería. Cerré los ojos unos segundos y, al abrirlos, Keith tenía la mirada en mí.
Él amplió sus ojos y recorrió mi cuerpo con la prolija mirada. Tragó y carraspeó su garganta. Su mirada me hizo ruborizar de inmediato, aun cuando las partes interesantes de mi cuerpo estaban cubiertas por el bikini. Miré mis pies y regresé de inmediato mis ojos a los suyos, los cuales no dejaban de estudiarme. Él no decía nada; quedó enmudecido y comenzó a provocarme un irracional y frenético miedo.
—¿Qué? —pregunté al tocar mi cabello—. No me digas que me veo rara.
—Nunca. Estás preciosa. —Descendió de nuevo la mirada por mi pecho y estómago, hasta llegar a los pies, pero al notar que era incorrecto que me estudiara como si de un depravado sexual se tratara, cerró sus ojos—. Es solo que no te había visto así.
Mientras sus ojos continuaban cerrados, caminé hasta él y toqué el centro de su pecho. Al sentir el calor de mi tacto, abrió los ojos. Bajé mi mano derecha hasta su estómago y la inserté bajo la franela. Él amplió un poco sus ojos y disminuyó su tamaño de inmediato. Deslicé una pequeña sonrisa en mis labios al tocar el ruedo de su franela y elevarla un poco de su cuerpo. Esperé que él no se opusiera, pero al ceder, la saqué por su cabeza y arrojé al suelo. Acaricié su estómago y ascendí hasta llegar a su pecho.
—¿Te gustó? —pregunté.
En lugar de asentir, Keith apresó mis labios entre los suyos. Los brazos que caían a ambos lados de su cuerpo, se elevaron para apretar la carne de mi cintura. Sentí como sus dedos marcaban mis caderas, mientras el beso se profundizaba más. Keith revolvía todo en mi interior, de una manera que no podía describir como natural. Con él sentía esa ansiedad que me hizo perder algo importante cinco años atrás.
Reposó su frente en la mía y miró mi cuerpo.
—Estoy casi como Dios me trajo al mundo.
—Técnicamente no es como Dios te trajo al mundo. —Keith despegó su rostro del mío y recorrió de mi mandíbula hasta el oído con sus labios—. Para eso aún tienes ropa.
Entrelacé mis manos detrás de su cuello, y las suyas escalaron la piel de mi espalda. Tenía una gran decisión que tomar, seguida de otras más, pero qué importaba lo que sucediera más adelante. Quería recordar a Keith de la mejor forma posible, aun cuando en mi corazón sabía que lo nuestro tenía fecha de expiración. Me forcé a olvidar eso que con tanta rapidez sucedería, pero más temprano que tarde tuve que decirle adiós.
Relamí mis labios y solté mis manos. Keith formó una línea con sus labios y se desprendió de mi piel. No debí recordar eso en aquel instante, pero mis pensamientos se colaban en los peores momentos. De igual forma, arreglé los bordes del bikini y di un paso atrás. Forcé una sonrisa a brotar de mi boca y extendí mi brazo derecho.
—¿Vamos a nadar? —pregunté, como una invitación.
Él desprendió el botón del pantalón corto y lo sacó por sus piernas. Llevaba un short más corto de un color negro, que marcaba un poco más el grosor de sus piernas y el blancuzco de su piel. Caminó y sujetó mi mano, insertó sus dedos entre los míos y entramos al agua. El océano estaba helado, las olas comenzaron a romper contra nosotros y el sonido de las voces comenzó a apagarse. Keith no soltó mi mano hasta sentir como el suelo se perdía bajo nuestros pies y nos alejábamos de las personas.
Le comenté que nadáramos para mantener el calor corporal, a lo que él afirmó que estaba bien. Braceé hasta el límite de la playa, donde los salvavidas colocaban las bayas y así impedir algún incidente. Me detuve en el límite, con los brazos abiertos y las piernas en el aire. El fondo estaba lo bastante profundo como para no tocarlo. Keith llegó a mi lado, batió las hebras de su cabello y se sumergió de inmediato.
De pronto sentí sus manos en mi cuerpo, ascendiendo hasta vislumbrar su cabeza salir del agua. Los riachuelos corrían por su rostro, sus ojos estaban abiertos, el cabello empapado, sus labios rojos y su respiración estabilizada. Los furtivos rayos del sol se reflejaban sobre el agua y la tornaban cristalina. Separé mis labios y enrosqué uno de mis brazos por su cuello, antes de acercar mis labios a los suyos y saborear la sal.
Sentí de nuevo ese deseo congestionar en mi vientre y esas cosquillas en el estómago, justo cuando las manos de Keith me apresaban como las garras de un lobo y sus labios me hipnotizaba de una fantástica manera. Estaba profundamente enamorada de él, y toda persona enamorada quiere sentir toda clase de sensaciones por aquel ser lleno de polvo de estrellas que le mueve el universo completo con un simple beso.
Mi decisión estaba tomada, pero quedaba en él si aceptaba o no. Al separarme de sus labios y mover las hebras de su cabello con mis dedos, miré sus carnosos labios una vez más e imaginé cómo sería el momento que no podía dejar de pasar. Me iría en menos de quince días, y no pensaba volver hasta pasados los años. No quería marcharme sin sentir eso con él, aun cuando la despedida sería aún más cruel que absteniéndonos.
Capítulo 38 | Alma sacrificada [Parte 1]
Los dos primeros días que mamá estuvo fuera de la ciudad, los pasé encerrada en la academia ensayando para el musical. La fecha estaba sobre nosotros, y nos quedaba menos de una semana para preparar toda una obra de teatro bailable. Teníamos participación desde las niñas, hasta varias profesoras de otras academias adyacentes. Sería el mejor musical en la historia de la academia, ambientado en cuentos de hadas.
Siento que empiezo a deprimirme con este capítulo 😐
Voy a llorar cuando Sam se vaya y Keith se quede solito, aunque... Eso lo deja solito para mí 7u7
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También Keith oye deja algo pa las demás
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Ahí tienen a Brian.. Ah, no, espera... Max ya lo mató xD
Bueno, está Dean :3
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y Malvada y Cruel es que eres.... jajajaaaa
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Puedes culpar a Aime :v
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JAJAJAJAJA
Puedo ver tu crueldad en este mensaje, @esme-olguin
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El tipo de crueldad que tú contagias, Aime xD
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¿Esquiusmi?
¿Cuándo he soltado crueldad con Keith o Sam?
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Tal vez con ellos no, peeo con Ezra y Andrea es como tu pasatiempo :v
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es verdad con ellos nunca pero con el resto te pasas
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¡¡Policíaaaaaaa!!
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JAJAJAJAJAJAJA
La policía no puede hacerme nada porque el jovencito es completamente legal 😌💅
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Legal y todo, la policía te la va a tirar Samantha.
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Samantha estará en Francia, ni se va a enterar xD
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jajajaaa ahora si me di cuenta seras la amante 0_0
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Ya yo me cansé no quiero ser tu amante.
Sueltale, DJ.
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Hermoso capitulo ya quiero leer la continuación quiero saber si Sam y keith tendrán salseo como dice Yuli. Que dura va a ser esta despedida cuando llegue su momento mas corazones rotos ....
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Sé que van a sufrir pero que importa que se entreguen al amor y lo disfruten antes de separarse 😘😘😘
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Que dolor que dolor que pena 😣😣😣
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Otro amor no cocretado por el momento y las circunstancias espero la relacion de ellos si se de de manera positiva sin piedras en el camino.
Y digo esto porque soy una loca enpedernida enamorada del ROMANTICISMO ❤💋💏
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Que hermoso!!!! Me encanta esta pareja. Van a sufrir pero espero que a la larga puedan vivir ese amor maravilloso!!!
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Yo creo que Andrea y Erza ya se les pasó el tiempo aunque no el amor pero Sam lo va a lograr con Keith aprenderán de los errores
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¡@aimeyajure! Muy bueno el contenido, sigue asi!
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¡AIIIIIMEEEEEEE ESTOY MÁS FELIZ QUE NIÑA COMIENDO MOCO! no puedo creerlo, es demasiado emocionante :3 ya quiero que suceda y voy a morir jajajjajaajajja :3 oye en un momento pensé que Sam era sobrenatural jajajajajja escuchaba, sentía y percibía de todo :v ¡no pues! la que tiene ojos biónicos y oídos súper sonicos :v
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Ya que andrea y nick no lo lograron y creo no lo lograran, ojala estos dos si puedan 😍 merecen estar juntos se amab muchisimo
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Cuanto amor de verdad me dan tanta ternura estos jovenes. Y tener q separarse para cumplir cada uno sus sueños.
Espero q el amor sea tan fuerte cm para soportar el tiempo y la distancia.
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Tanta miel 😍, ya veo q la separación será más difícil d lo esperado, aunque es inevitable q sus caminos vayan en paralelo al menos x ahora
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Me encantó, amo está pareja 😍😍😍
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